El año pasado volvió a incrementarse el número de españoles que marcan la «X» en la declaración de la Renta para ayudar a la Iglesia Católica.
La razón es muy sencilla: España es un Estado laico y aconfesional, habitado predominantemente por católicos.
Lo curioso es que este aumento se registra mientras crece el acoso de una extrema izquierda radical, instalada en el odio, que no ceja en su empeño por denigrar a los católicos, a su fe y a sus prácticas.
Es la prueba más palmaria de una distorsión que venimos denunciando.
Las minorías gritonas y violentas se hacen oír y ver más que la mayoría acomodada y silente.
Ahora bien, si la sociedad democrática se caracteriza por el respeto a las minorías, se fundamenta en la mayoría, y esa casi totalidad de españoles es católica.
Por tanto, habrá que empezar a proteger a la colectividad más grande de las contumaces y vesánicas agresiones de grupúsculos envalentonados por la impunidad con que campan en un tiempo de tibios.
Esos a los que expulsarán, justamente, por no comprometerse en la defensa de la libertad y del respeto al otro.
