Santiago López Castillo

Corramos un estúpido velo

Corramos un estúpido velo
Santiago López Castillo. PD

Usted va a una mezquita y si no le dicen nada, se quita los zapatos. No por el fermento de los quesos, que da un tufo, sino por el respeto a las costumbres musulmanas. En Europa, la Euráfrica, cual la bautizara mi amiga Fallaci, los inmigrantes invasores del viejo Continente se pasan nuestros hábitos por el forro de los cojones. Vivo en la sierra norte de Madrid donde apenas quedan veraneantes y las plazas son copadas por moritos que no trabajan, antiguamente los lugareños sacaban sus pellejos al sol, o sea, a los abuelos, y estos vagos invasores se mueven únicamente al caer la noche para vender las marijuanas y otras drogas que guardar.

Y eso que al lado está el cuartelillo de la Guardia Civil, cuya fachada pintarrajean y se ciscan en el sargento que debe ser quien trata de meterles en cintura con escaso éxito, porque vuelan las papelinas y las rayas punto com. Junto a mi casa, sobre todo en verano, pasan las moras ululándome en mi descanso con sus lenguas viperinas. Van con el hiyah, al burka no se atreven, el shador o cualquier otra pañoleta. En el dispensario, son las primeras, y en Cáritas, y en la Cruz Roja, y en todas las dependencias benéficas.

Viene todo esto a cuento porque un tribunal de Bruselas ha admitido que una empresa prohíba a una empleada llevar el hiyah. Entró -según el relato de la noticia- de recepcionista, pero con su atuendo espantaba a la clientela. Lógico -con el movimiento yihadista y sin él- las túnicas de las moras son un auténtico peligro. A través del cual se han inmolado produciendo sangrientas acciones. No. No está el mundo para hacer mayores disquisiciones cuando los controles son exhaustos ante la avanzadilla del yihadismo. Lo realmente curioso es la pleitesía que les rinden nuestras feministas -también llamadas femi-nazis- a sabiendas de que el varón las trata peor que a una mula y la sumisión al macho es permanente las 24 horas del día.

Pues nada. Ya han salido a favor de Achibita, que es como se llama esta musulmana que no se corta un pelo y se va a los tribunales extranjeros porque Alá es grande y nosotros somos unos infieles pardillos. La única, además de mi inolvidable Fallaci, es Marie Le Pain que recientemente se negó a ponerse el velo en uno de sus viajes a Libia y los mandó a tomar por el culo de la Edad Media. Ah, y que se hagan unos burkinis decentes con vistas al ombligo.

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