Jesús Millán Muñoz

Dar a cada uno lo suyo

Dar a cada uno lo suyo
Jesús Millán Muñoz. PD

 Esta famosa sentencia de Ulpiano (170-228 d.C.), que es la base del sistema jurídico occidental, y en mucho grado del ético moral, es en su esencia, sigue las grandes ideas de Platón, Aristóteles, Ulpiano, Tomás de Aquino.

En una, no muy buena traducción al latín, podría ser algo así: «Reddere unicuique quod suum est». Algunos, la famosa cita o máxima o sentencia, la interpretan del siguiente modo: «Dar a cada quién lo suyo» o «dar a cada uno lo que es suyo».

1. Según Justiniano, en la obra Institutas I, 1, 3, atribuye a Ulpiano, la siguiente sentencia: «Los preceptos del derecho son: vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo que es suyo».

Es obvio que son los tiempos actuales propensos para reflexionar sobre este concepto, que junto a la «igualdad ante la ley», añadiríamos planteado de una forma popular «en un conflicto oír a todas las partes». Serían los tres grandes principios dónde se basa diríamos, en gran parte, todo el sistema jurídicos occidental, y en parte, del ético-moral, y la interrelación entre ambos. Por lo cual, creemos que en estas tierras y terruños y regiones y sociedad y Estado deberíamos reflexionar, porque parece esencial, aunque sea mínimamente sobre esta cuestión:

– No planteo la necesidad del precepto o máxima del título de este artículo, no solo a nivel sociopolítico, que es esencial, pero también, al menos de paso, aplicable a una ética moral mínima, individual y colectiva, tanto sea para cada persona, para la familia, para los lugares de trabajo, y desde luego en las relaciones de todas las entidades en la sociedad, y en el Estado, del Estado en relación a los diversos entes y entidades de la sociedad y del individuo y viceversa.

Porque ocurre, ocurre demasiadas veces, aquello de aquel activista famoso de principios del siglo veinte, «en la calle defendía los derechos y la igualdad de la mujer y el hombre, y en su casa era un sátrapa con su esposa e hijas e hijos…».

Demasiadas veces, somos «grandes defensores de grandes principios en la rex pública, pero después en los ámbitos personales e individuales, en las interrelaciones con otros individuos, en los lugares de trabajo, en la familia, etc., pues «dejamos mucho que desear…». O dicho de otro modo, «creemos ser de una ideología, defendemos esa ideología, votamos a esa ideología, pero en la práctica y en los actos somos de la ideología contraria, en multitud de aspectos».

– Esto nos conduce a un problema enorme, que está en el fondo de toda organización sociopolítica, desde la noche de los tiempos, que podríamos traducir en estos dos principios:

a) Cuántos impuestos directos e indirectos tiene un ser humano, tiene derecho y deber de pagar, cuántos impuestos y, que siga existiendo el principio de «dar a cada uno lo suyo».

b) Por otro lado, cada uno con sus recursos de tiempo, y otras variables, puede utilizarlos en un sentido o en otro. O dicho sencillamente, en una tarde, con cien euros, puedes ir al cine, comprarte un libro, tener experiencias placenteras de distinto orden, guardarlo e invertirlo, etc. Pero una tarde sumada a cien tardes o a mil tardes, al final, «cada ser humano ha utilizado sus recursos de un modo o de otro, de una manera o de otra». O dicho con palabras simples, «cada uno ha hecho un pequeño capital o ha juntado una pequeña masa de riqueza, unos en cultura, otros en dinero, otros en experiencias placenteras, etc.».

Con lo cual, volvemos al problema del principio, «que es lo suyo o qué es lo nuestro, y qué es lo justo nuestro y qué es dar a cada uno lo suyo o lo propio».

– ¿Porque al fin se oye a tal o a cual, a cientos o miles o docenas de miles, es que tal o cual, tengo derecho a tal o cual, pero cómo ha utilizado usted todos los recursos que ha tenido, todos los recursos económicos, todos los recursos de tiempo, todos los recursos a y en todos los sentidos…?

¿Dicho de otro modo, aplicándolo a un campo concreto, por qué, cuándo alguien recibe un servicio del Estado del bienestar, por ejemplo, una consulta o una instancia de quince días en un hospital, no se le otorga una factura de cuánto ha costado todo el tiempo que ha estado en esa necesidad…? ¿Para que así viésemos lo que la sociedad y el Estado ha hecho por cada uno de nosotros, no para cobrarles nada, sino para que seamos conscientes, lo que el Estado, como gestor máximo y la sociedad y todos los individuos, ha y han hecho por nosotros, con nuestros impuestos y los de todos los demás…? ¿Quizás si se nos diese una factura cada vez que utilizamos un servicio público, aunque fuese orientativa o aproximada, seríamos más humildes en nuestros juicios, y no tendríamos ese rencor, que se mastica, en casi la mayoría de los individuos y colectivos de toda la sociedad…?

– No somos ni ilusos, ni ignorantes, ni utópicos, sino realistas racionales, «por supuesto de aquí deriva otra cuestión que es el problema de la herencia». ¿Cuánto debe heredar un individuo de sus predecesores y, cuántos impuestos se le deben imponer a esa herencia, y cuántos impuestos se debe pagar, directos e indirectos y, volvemos al eterno problema del principio de Ulpiano?

Sin negar otros azares de la existencia, pero aplicado, a todo tipo de riqueza, porque la riqueza, aunque para casi todos la esencial es la económica o el dinero o los inmuebles o las tierras o el oro, también es riqueza, la riqueza cultural, la riqueza en acumulación de experiencias o de placeres o de descanso o de ocio, pero también la riqueza en poder social o poder político o poder cultural o poder religioso o espiritual… O en una combinación de distintas riquezas…

– Parece ser que, ahora mismo, por lo general, cada hispano de la Península Ibérica, paga en impuestos directos e indirectos, entre el treinta y cincuenta por ciento de lo que gana al año…

¿Por lo cual, se plantea cuánto se debe pagar en impuestos, cuánto es lo justo, cuánto es lo propio o lo suyo, de cada individuo…? ¿Ya sabemos que con esos impuestos se pagan, todo el gasto del Estado, todo el Estado del bienestar, etc.? ¿Pero cuánto es lo justo y cuánto es lo que «cada uno es lo suyo, y cuánto de lo suyo hay que dar a los otros, y cuanto de lo propio a la sociedad en forma de impuestos directos o indirectos, o incluso con la libre voluntad, de otros modos y de otras maneras, por beneficencia, ayudas directas, etc.? ¿Y cuánto cada individuo, de forma aproximada ha contribuido a la totalidad de los impuestos, porque según la situación personal e individual, paga en mayor cantidad o en menor…? ¿Cantidad que al final de una existencia, cincuenta o setenta años, puede ser muy diferente…?

– ¿La cuestión se complica aún más, cuándo además los impuestos se hacen pagar o derivar, a cosas o realidades, muebles o inmuebles, o cuándo, aún se complica más a lo que se denomina «impuestos sobre sociedades o empresas o actividad mercantil o de servicios, etc.»? ¿O en el futuro próximo el impuesto sobre los robots…?

Sin entrar en los problemas de la inflación, en las problemáticas del azar, planteado como factores positivos o negativos, positivos, que te toque una lotería, negativos, que de año en año, la inflación se vaya comiendo el dinero potencial, o que una operación equivocada mercantil, lleve a la bancarrota o a la pérdida de mucho dinero, etc.

¿Con esto volvemos al problema esencial, una persona con cuarenta años, ha acumulado riqueza cultural, varios master y dos carreras, y una cátedra en la universidad, y esa es su riqueza, y otra persona, a los cuarenta años, ha acumulado multitud de experiencias de ocio, placenteras, estimulantes en varios sentidos, aquel otro, ha ido acumulando dinero, sea en tierras, en fábricas, en inversiones en oro, en inmuebles…?

¿Y aquí viene el enorme problema, y vienen la multitud de falacias que se dicen y se piensan y se creen, «hay que ponerle un nivel impositivo, más del cuarenta por ciento a tal o cual empresa, o persona porque ha acumulado una multitud variable de dinero o de empresas o de inmuebles o de plusvalías cada año o de sueldo cada doce meses…?

¿Si la sociedad deja libertad, porque así lo cree conveniente, que unos formen o amplifique su riqueza cultural, a otros, les dejan que lleguen a grados de moralidad y espiritualidad muy elevados, aquellos que acumulen capital y empresas o inmuebles…? ¿Cuánto habría que imponer de impuestos, o cuánto es lo justo, según Ulpiano, cuánto y cómo y cuándo se debe aplicar esa fórmula…?

Aparte que olvidamos, una regla de sentido común, mejor una percepción de sentido común, con doscientos Estados actualmente, o casi, con enormes diferencias impositivas, si una sociedad o país o territorio impone muchos impuestos, las personas individuales, se llevarán e dinero y sus empresas fuera. Con lo cual, dejas en casi un desierto de capital, determinadas sociedades y Estados, si impones demasiados impuestos…, y al final, menos actividad económica, más desempleo, menos impuestos para el Estado, menos Estado del Bienestar, menos soberanía real de esos Estados y de esas sociedades… Nadie piense que estoy defendiendo mi alta posición socioeconómica, mi sueldo es muy modesto, ni estoy defendiendo mis empresas, que no tengo ninguna, sino que estamos intentando dilucidar la frase de Ulpiano, que es esencial, hoy, en el suelo patrio, en todos los problemas sociopolíticos de fondo que se están discutiendo, tanto a nivel de «organización sociopolítica básica, tanto en el problema de la secesión…».

2. Para terminar, damos una vuelta al círculo, un nuevo bucle: «¿Qué cree usted y cómo hay que interpretar la famosa máxima de Ulpiano: «dar a cada uno lo suyo», o «dar a cada uno lo que es propio», como la fórmula máxima de la justicia y aquí y ahora, hic et nunc…?

http://twitter.com/jmmcaminero © jmm caminero

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