Eleonora Bruzual

Horrible calamidad la peste que padecemos

Horrible calamidad la peste que padecemos
La periodista Eleonora Bruzual. PD

Esa Peste roja se ha abalanzado sobre Venezuela, ha caído sobre todos sus habitantes en una verdadera arremetida mortal, convirtiendo la salud pública en un eufemismo y el hambre en el convidado perenne de cada familia

Si transitamos la historia y de ella tantas calamidades, vemos que han existido muchas pestes -enfermedades infectocontagiosas que afectan tanto a animales como a humanos- y que han azotado inclementemente a pueblos enteros. Competiría a un médico infectólogo explicarnos esas patologías y sus consecuencias siempre muy peligrosas. Yo me voy a limitar -al no ser esa mi especialidad y por supuesto para no extenderme- a comentar una de las diversas epidemias que la historia reseña. Comentar rápidamente la que se conoce como «Peste Negra o muerte negra» considerada la plaga más devastadora en la historia de la humanidad.

Esa temible Peste Negra afectó a Europa en el siglo XIV y su mayor letalidad se presentó entre 1347 y 1353. Historiadores y escribas dan fe de que la misma ocasionó la muerte de millones de personas en el continente, y científicos e investigadores aseguran que la «Muerte negra» se cobró más del 60 % de los europeos, cifra que significaría 50 millones de los 80 millones de habitantes de su población para aquel entonces. La peste negra se originó en Asia y allí igualmente no escaparon de ese pavoroso azote y murieron unos 40 a 60 millones…

Y después de ese somero transitar histórico mis estimados lectores, nos encontramos hoy, en pleno siglo XXI, que sin imaginarlo jamás, desde hace ya 25 años (desde 1992) apareció en Venezuela un elemento contaminante -trajeado de militar golpista- que desde que asomó trajo muerte y violencia y muchos no quisieron ver su letalidad y alborozados, pensando quizá en la buena pesca que dicen que dan los ríos revueltos, apoyaron y apuntalaron lo que ahora, con absoluta precisión, podemos catalogar como la Peste Roja.

Peste roja que se nos ha presentado con diferentes nombres, razones y un horrible devastador hacer sobre los que la padecemos: Acabar nuestra condición de hombres libres y trastocar nuestras vidas, realidades y sueños también. Y es que esa peste, a la que sus gérmenes creadores la han calificado de «Revolución bolivariana» (Robando y secuestrando para su provecho la figura de Simón Bolívar), «Movimiento V República», «Revolución bonita», «Revolución pacífica y armada», «Socialismo del siglo XXI» etc. logró y sigue logrando terminar con nuestra independencia, con la industria, con la siembra y la cría, el comercio, con el más elemental derecho a la vida, con la dignidad, con la libertad también. Esa Peste roja se ha abalanzado sobre Venezuela, ha caído sobre todos sus habitantes en una verdadera arremetida mortal, convirtiendo la salud pública en un eufemismo y el hambre en el convidado perenne de cada familia.

Peste roja que nos coloca el vergonzante record de ser ahora el único país de la región que mantiene con vertiginosa «Eficacia» un aumento sostenido en muertes violentas. Peste que transforma por igual personas, ciudades y poblados, cambiando a los primeros en seres violentísimos y con gran propensión a la transgresión y la indignidad y al país en una guarida maloliente, donde la anarquía se posicionó, la perversión es un valor y malvivir es aceptado.

Peste que ha logrado obnubilar a sus víctimas y crearles raras alucinaciones como esa que los hace verse supremamente felices. Víctimas incapaces de sublevarse contra sus verdugos que igual que a reses les marcan en las indignas colas del hambre donde por horas y días les vemos mendigar pellejo y huesos, un kilo de arroz, un paquetito de azúcar, una botellita de aceite, una lata de leche para alimentar a los hijos…

Víctimas mostrando muchas veces sus encías sin dientes porque si ni siquiera los diabéticos, los cancerosos, los hipertensos, los epilépticos consiguen medicamentos, pensar en salud bucal es una fantasía, y así los encontramos también en las farmacias y droguerías con sonrisas de carne, risas desdentadas y el vergonzante comportamiento lamentablemente tan venezolano que hasta a la desgracia la tildan de «Chévere» y por tanto les hace incapaces de sublevarse, de enfurecerse, de exigir derechos, de irse contra los que les engañan, les roban el futuro, les impiden la condición de ciudadanos y bajo ese calificativo «Pueblo» tan manoseado y útil a farsantes y déspotas principalmente de la izquierda vil, son la nueva especie de siervos, perfectos vasallos de una banda empoderada, ladrona, amoral y como en el caso nuestro, que ha convertido a Venezuela en un Narcoestado sin leyes, sin principios morales, perfecta guarida para esconderse de la ley que debe cobrarles tantas fechorías, tantos crímenes, tanta maldad.

[email protected] / @eleonorabruzual

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