Gaspar Albertos

Gibraltar

Gibraltar
Gaspar Albertos. PD

El asunto de la soberanía sobre Gibraltar es tan profundamente farragoso que intentar en un artículo de opinión determinar cual tendría que ser a día de hoy el estatus político de este territorio sería demasiado presuntuoso.

Ya desde el Tratado de Utrech en 1713 España cedió a perpetuidad Gibraltar a Gran Bretaña sin jurisdicción alguna por parte de ésta, cuando unos años antes una flota anglo-holandesa en el marco de la Guerra de Sucesión Española ya lo había tomado por la fuerza sin ninguna intención desde el primer momento de ponerla al servicio del pretendiente por el que decían luchar, el Archiduque Carlos, que a la postre fue el vencido en la citada Guerra de Sucesión.

Es decir, desde el primer momento, la intención británica fue hacerse con el poder de este estratégico enclave para incorporarlo a la red de puntos estratégicos militares que dieran apoyo a su incipiente poderío naval aún en manos del imperio español. De hecho, el principal y casi único motivo que incitó a Gran Bretaña a participar en este conflicto internacional a favor de uno de los pretendientes al trono español fue el que el otro pretendiente, Felipe de Anjou, futuro Felipe V, podía unificar en su persona los reinos de España y Francia, asunto este terriblemente temido por la Pérfida Albión, como los franceses denominaron por aquella época a Gran Bretaña.

Regiones y dominios españoles mucho más importantes por extensión, valor económico y comercial, etc. podrían haber puesto los ingleses en la balanza del Tratado de Utrech (entre ellos su interés por Cataluña) pero eligieron este pequeño territorio por su importancia estratégica así como la isla de Menorca.

Más de trecientos años después muchas vicisitudes han sido las que han tenido como punto de mira este enclave hasta que incluso la ONU lo incluyó como uno de los territorios a estudiar por su Comité Especial de Descolonización.

Pues bien, no ha hecho falta más que el Ministro de Asuntos Exteriores de España dijera con la boca pequeña (a veces aún pequeña hay que tenerla cerrada) que una posible separación de Escocia del Reino Unido le abriría de nuevo las puertas a aquella de la Unión Europea para que algunos argumenten, sin ninguna razón, un paralelismo con el caso catalán. Todos sabemos que el referéndum de independencia para Escocia está reconocido por las leyes británicas y que fue un estado asociado voluntariamente al Reino Unido y que Cataluña nunca fue un estado independiente y que la Constitución Española no permite un referéndum en este sentido.

A vueltas con Gibraltar, vuelve a salir a la palestra porque parece ser que en estas negociaciones de salida del Reino Unido de la Unión Europea la situación de esta colonia británica queda más favorable para las pretensiones españolas de recuperar la soberanía de este territorio. Claro está, algunos sesudos británicos no están dispuestos a soportar este agravio y enseguida hacen alusión a su poderío, a su armada,… a la guerra si es preciso dicho claramente.

Que el señor Michael Howard, ex líder conservador británico, saque a colación la Guerra de las Malvinas en la primavera de 1982 como ejemplo del poderío británico acerca de lo que también hoy estarían dispuestos a hacer para defender Gibraltar (me pregunto de que posible invasión) no es más que una manera de demostrar su petulancia y soberbia debiéndole recordar que desde aquella Guerra de las Malvinas a nuestros días también tuvieron ocasión de demostrarle en 1997 a la Republica Popular China su poderío acerca de la soberanía sobre Hong Kong pero no lo hicieron. Salieron con el rabo entre las piernas. China era y es un contrario lo suficientemente poderoso como para andar amenazándole.

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