En habiéndola, que eso es lo que hay que determinar, la peor pena es la conciencia. De no haberla, en todos esos delitos que acaparan la actualidad, lo que nos encontramos es un psicópata, ya sea de los peligrosos o simplemente de los sinvergüenzas.
Eso es Dostoievski, «Crimen y Castigo» e incluso «Match Point», la excelente película de Woody Allen sobre la célebre novela. Entre los peligrosos, aún humea el atentado terrorista del metro de San Petersburgo, donde vivió y murió el escritor.
No parece que el ex Presidente de Murcia, Pedro Antonio Sanchez, que se pasó de frenada, que se iría si le imputaban, tenga sucia la conciencia, -no confundir con el otro Pedro Sanchez, el que primero decía «¿Seré yo maestro?» y ahora dice «Yo soy la verdad y la vida».
Tampoco que sea un psicópata ni aún en su formato sinvergüenza, al menos en grado superlativo, me refiero al Pedro primero, como pretende el juez Eloy Velasco que propone imputarle fraude, revelación de información reservada y cohecho en el marco de la investigación del caso Púnica.
En habiéndola, también debiera exigirse también responsabilidad civil a los magistrados que provenientes o pretendientes de la política, Garzón es el paradigma, el nombre ya casi adjetivo y de esa conductas descriptivo, de quienes en revancha o venganza y sabedores de la repercusión de sus actos, se sacan la toga como el guante de Rita Hayworth, y en lugar de atarse sus puñetas, arman un escándalo público de tres pares de narices, con cosas de excompañeros hace cuatro dias en lugar de abstenerse, mientras adquieren notoriedad y todo queda en nada enfrentando al pais y distrayéndole de las fuerzas que requiere para abordar los inaplazables asuntos pendientes. Paro, reactivación económica, reorganización proporcionada a aquella de la Administraciones públicas, pensiones, uso de armas quimicas en Siria, cortar el grifo del presupuesto al referendum separatista, Brexit con su anexo Gibraltar, comercio con Japón, etc…
Ahora resulta que el juez Eloy Velasco que no ha mucho fue Director General de Justicia en la Generalitat valenciana, con todo el barullo que allí hubo, para dar ambiente y que no decaiga, -como antes el juez Elpidio Silva, aireando los correos de Blesa durante el secreto del sumario o Javier Gomez Bermudez con el 11 M, o el juez Castro con el caso Noos,- crea una nueva figura jurídica, la prevaricación de pensamiento. Parece que no hay más que un embrión de contratación con unos limpiadores de grafittis de interné. Ya se sabe que con Casandras, Zapatas y otros descerebraos, interné está muy sucia.
Por eso, en habiéndola, el camino de la conciencia es la prudencia.