Francisco Muro

Los principios de Marx (y de Garzón)

Los principios de Marx (y de Garzón)
Francisco Muro de Iscar. PD

Hipocresía es, según la Real Academia, «el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan». Somos todos hipócritas, casi todos los días. Lo de pensar lo que se dice y decir lo que se piensa no se lleva. La mentira tiene terreno abonado en esta época de la cultura rápida, de la cultura basura en la que se busca el impacto por encima de la reflexión, en la que prima el marketing sobre la verdad y en la que lo importante es lo que parecemos, no lo que somos. El filósofo alemán Robert Spaemann dice que «la televisión destruye sistemáticamente la diferencia entre lo normal y lo anormal, porque en sus parámetros lo normal carece en sí de interés suficiente y siempre habrá entonces que enfrentarlo a una alternativa. Su criterio no es la difusión de los valores y los principios sino el provocar un mayor impacto». Hoy, con las redes sociales, eso se multiplica exponencialmente y algunos lo aprovechan. Algunos son especialmente hábiles en construir un lenguaje político impactante que, aunque sea demagógico o incluso falso, repetido muchas veces en las redes y en las tertulias, acaba convirtiéndose en una verdad «fehaciente».

Lo bueno de movimientos como Podemos es que parecían traer aire fresco a la política: regeneración, limpieza, honradez, instinto social… Uno de sus representantes, procedente de Izquierda Unida, Alberto Garzón acaba de ratificar -ya dio ejemplo con la venta de una vivienda de protección oficial- que es un defensor de los principios de Marx, pero de los de Groucho: «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros». Podemos y Garzón se han solidarizado con los trabajadores de Coca Cola y han promovido un boicot contra la marca, lo que no impide que el senador de Podemos se beba un par en el Senado y, lo que es peor, que luego diga que ha sido «un descuido». Y que eso lo aproveche Pablo Iglesias para defender lo indefendible. Lecciones, las justas. Ya decía Tolstoi que «es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno sólo de esos principios». El increíble espectáculo de su apoyo a las barbaridades constitucionales del todavía presidente de Venezuela es otra de las terribles hipocresías de estos renovadores de salón.

Pero la hipocresía no es patrimonio de Podemos. Se extiende por todos los ámbitos y por todas las ideologías. El PP firmó en Murcia un acuerdo con Ciudadanos y se ha resistido a cumplirlo hasta que no ha tenido más remedio que hacerlo. Y es que una cosa es la presunción de inocencia, que el ex presidente de Murcia debe tener, y otra incumplir lo que se pacta y mirar para otro lado. Hipocresía es la del Gobierno catalán que incumple todas las leyes y recurre al Tribunal Constitucional al que no reconoce. Hipocresía la de los países que miran para otro lado en la guerra de Siria, donde está permitido todo, hasta la guerra química, y donde los niños son víctimas diarias. Y muchas más actitudes de políticos y de ciudadanos. Decía Felipe González que «al gobernar, aprendí a pasar de la ética de los principios a la ética de las responsabilidades». También esta declaración sincera tiene algo de marxista. De Groucho, no de Karl.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído