Esther Esteban

ETA y el camión de la muerte

ETA y el camión de la muerte
ETA.

Estaba empezando a escribir sobre el de desarme de ETA, cuando saltó la noticia de que una camioneta había arrollado a varias personas en una calle de Estocolmo, causando varios muertos y heridos.

Es imposible leer un titular así y no pensar que otra vez el terrorismo más brutal y despiadado ha llenado las calles la capital sueca de dolor, sangre y muerte.

Londres, Berlín, Niza….. y otros muchos lugares han vivido en los últimos los tiempos pesadillas idénticas. «Estábamos sentados detrás de un puesto tomando gluhwein (vino caliente) y de repente hubo una gran estampida y la gente saltaba por encima de mí.

Solo vi un gigantesco camión negro que irrumpió en el mercado y arrolló a tanta gente, y después las luces se apagaron y todo estaba destruido. Había sangre y cuerpos por todas partes, incluso de niños y de ancianos», explicó en su día una superviviente del atentado de Berlín.

Un relato similar hicieron hizo después varios testigos que sobrevivieron a los atentados en distintas capitales europeas. Cuando escribo estas líneas aún no ha habido reivindicación pero todo hace pensar que estamos ante un nuevo camión de la muerte.

Precisamente sobre este tema hace bien poco yo misma recordaba, en otro artículo de opinión, que los teóricos de la yihad recomendaban como la mejor manera de evitar la filtración de sus macabros planes, el uso de lobos solitarios o «grupos autónomos muy pequeños» que pusieran en marcha «una yihad individual».

Aun no sabemos si el denominado Estado Islámico ha sido, otra vez, el causante de esa orgía de sangre y dolor, pero sí sabemos que en uno de los vídeos que cuelgan en la red recomiendan a sus acólitos «usar todo lo que se tenga a mano para causar terror» y esa misión la están cumpliendo, desgraciadamente, a rajatabla.

Es verdad que a nosotros la imagen de la brutalidad terrorista que te hiela el alma, no nos es ajena. Muchos inocentes fueron asesinados a manos de ETA con sus cobardes tiros en la nuca y sus mortíferos coches bomba, que también dibujaron en nuestro país un sombrío paisaje de terror, sangre, y desolación.

Aquí como allí, se ha asesinado brutalmente, utilizando como excusa la política o la religión ¡que más da!, pero es solo eso: una miserable excusa para captar a incautos o malvados.

De hecho, si es verdad lo que han dicho los cobardes del tiro en la nuca, en unas horas se producirá el cacareado desarme cuando intermediarios civiles notifiquen a la justicia francesa, en nombre de ETA, la localización de los zulos de la banda terrorista con la supervisión del llamado Comité Internacional de Verificación.

El desarme de la banda se consumará, en teoría hoy 8 de abril, y aunque no sé cuánto de propaganda tiene este asunto, una vez terminado este capítulo lo que se debe esperar es que el relato de lo ocurrido sea real, con una diferenciación clarísima entre víctimas y asesinos y con una victoria rotunda de los demócratas.

Estos días varias asociaciones de víctimas del terrorismo han rubricado un comunicado en el que exigen «la entrega total de todas las armas y la disolución incondicional e inmediata de una organización terrorista que ha asesinado a más de ochocientas personas inocentes a lo largo de cincuenta años».

Asimismo, el colectivo de víctimas reclama al Gobierno español y francés la estricta «aplicación de la ley», porque «este supuesto final de ETA no puede estar presidido por la impunidad. Tiene que estar sujeto a los principios que inspiran el Estado de Derecho, donde la aplicación de la ley no es negociable».

Todo lo que dicen las victimas es justo y coherente porque lo que no tiene fecha de caducidad es la justicia y dignidad que, en definitiva, es lo que reclaman.

Precisamente en nombre de esa dignidad las víctimas recuerdan también que, independientemente del arsenal que ETA pueda entregar y a la espera de analizar en qué condiciones están las armas, «la derrota de ETA será total cuando desaparezca lo que queda de la organización terrorista» y cuando se logre su «deslegitimación política, social y moral». Nada más cierto porque si no hay deslegitimación tampoco hay reparación completa.

ETA y sus asesinos serán un capítulo, negro y dolorosísimo de la historia de nuestra Democracia pero nunca puede quedar en el recurso como una guerra entre bandos iguales porque no lo fue.

No fue una guerra, como tampoco lo es la que están librando en nombre de un Dios inexistente y despiadado. Aquí no hay fronteras, ni ejércitos, ni objetivos precisos porque todos somos enemigos de unos asesinos que se regocijan matando inocentes y la religión es solo eso: una burda excusa.

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