Juan Pablo Colmenarejo

Los golpes chavistas

Los golpes chavistas
Juan Pablo Colmenarejo (COPE). PD

Tras el golpe de Estado de ida y vuelta, el Gobierno de los chavistas en Venezuela se ha quedado un poco más solo. Salvo los irreductibles de Podemos y Esquerra Republicana de Cataluña, más chavistas que Maduro, quien más quien menos le ha puesto alguna que otra pega al golpazo de marzo. Meter en la cárcel a la oposición ya era abrir un paso franco a la dictadura.

Pero cerrar el Parlamento con un candado certificaba el totalitarismo al que algunos por estos parajes nuestros le gustaría apuntarse en primer tiempo de saludo. La inhabilitación del opositor Capriles para presentarse a las elecciones durante quince años es un esperpento y otro golpe.

En la Venezuela de hoy nada es una broma. No sólo están en juego las libertades y derechos individuales, arrasados por el martillo pilón del chavismo, sino la propia vida. Hacer política se ha convertido en un riesgo. Por eso, desde fuera, sobrecoge la valentía con la que cientos de miles de personas dejan su miedo a un lado para formar multitud y así ser divisados en todo el mundo.

Si no fuera por la conjunción de fuerzas políticas que al unísono defienden lo básico, no habría ninguna esperanza para la democracia. En casos como el de Venezuela, ha habido otros como la Nicaragua sandinista en el pasado, toda la oposición variopinta y mezclada ha plantado cara al desastre. El chavismo se ha cargado Venezuela. Violencia, miseria y hambre. Las deudas tienen cogido a Maduro. No le da ni para aguantar un autogolpe de estado veinticuatro horas.

La presión internacional, por fin no se quedaron callados los vecinos, y las angustias financieras pararon la redacción del certificado de muerte de la democracia. En la Venezuela chavista la libertad languidece y la vida no vale nada. Es memorable el esfuerzo y el testimonio de coraje de los hombres y mujeres que se atreven a dar la cara en un sistema corrupto y maltratador.

Cuando políticos como el expresidente Rodríguez Zapatero apuestan por la mediación y se niegan a decir públicamente y sin complejos que Leopoldo López es un preso político, no consiguen otra cosa más que perjudicar a quienes se la juegan por la libertad. La situación en Venezuela es peligrosa. Unas elecciones presidenciales supervisadas por instituciones internacionales en todos los rincones del país se hacen urgentes.

A pesar de la inhabilitación de Capriles, no van a faltar voluntarios para la candidatura. A la vista está en las calles de Caracas.

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