Santiago López Castillo

El óbito

El óbito
Santiago López Castillo. PD

Espero que no se me confunda. Al PSOE le ha venido Dios a ver con el óbito de Carmen Chacón. La muerte se ha hecho un bálsamo y sigue aromatizando las cien flores que duermen sobre el cuerpo muerto de la diputada alicantina. Los lagrimales se han ido secando y la tierra estirándose con calor: sit tibi terra levis, que la tierra te sea leve.

Así, el dolor se ha amortiguado. Los pensamientos, acumulando en el recuerdo de la ex ministra de Defensa. Una de las grandes ocurrencias de Zapatero. El PSOE ha cerrado filas en el tanatorio y se ha ido a incinerar aquel corazón vuelto del derecho y del revés. Han llovido los elogios y los minutos se han convertido en una letanía sórdida reivindicatoria de la diputada catalana. Que no era tan admirada, que conste. En esas exageraciones funerarias, ZP, un genio del pensamiento y la memoria histórica, confunde, con el cuerpo presente de la ex ministra, una hazaña histórica con una ocurrencia verbal, capitán, mande firmes, ar.

Felipe González, que no tiene un pelo de tonto en la jerga política, dijo a sus compañeros que lo importante eran las cosas serias y no las hueras. Los parlamentos funerarios, mientras Carmen Chacón nos dejaba, parecían guías comerciales en una emisora de la sierra y mucho nos recordaban el sepelio de Tierno Galván -con diez briosos corceles por banda- que no se los saltaban un jefe del Estado.

Entro y dejo que el alma se me vaya por la voz amorosa del racimo: pisa mi corazón que ya es maduro.

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