José María Carrascal

Esta juerga se acaba: Me refiero al procés independentista catalán, que no da más de sí

Esta juerga se acaba: Me refiero al procés independentista catalán, que no da más de sí
José María Carrascal. PD

ESTAMOS profundamente comprometidos a mantener las relaciones con una España fuerte y unida», decía el comunicado de la embajada norteamericana. «Posiblemente fue hecho a petición del Gobierno español», comentó la Generalitat sin darse cuenta de que estaba pegándose un tiro en el pie: decir que Madrid dicta la política de Washington.

Su reacción a la nota del Centro Carter advirtiendo que ni el expresidente ni el Centro «compartían la intención del Gobierno de Cataluña de celebrar un referéndum independentista» fue decir que Puigdemont no había ido a pedir tal respaldo. Mentira. Fueron por lana y salieron trasquilados.

Lo que no impide que Junqueras se disponga a probar de nuevo la aventura americana: próximamente visitará Florida, Nueva York y Washington. Visto el fracaso de la expedición política, contactará a los fondos de inversión interesados en una Cataluña independiente. Dejando detrás un bono catalán convertido en bono basura y las finanzas de la Generalitat sostenidas por la Hacienda española. Eso lo saben hasta los bedeles de Wall Street. Pero qué importa, lo que importa es hacer ruido y viajar gratis.

Pero esta juerga se acaba. Me refiero al procés, que no da más de sí. Han participado en él catalanes de muy distinta procedencia, tras unos los dirigentes empeñados en engañarles, en injuriar a España y en hacerse las víctimas en el extranjero, aparte de llevarse cuanto dinero podí

an, sin acordarse de que «puedes engañar a uno una vez, pero no a todos siempre». Hay ya varios procesados. Otros pueden estarlo y se pelean por quién asume la responsabilidad del anunciado referéndum que puede costar la inhabilitación para ejercer cargo público, como ya ha ocurrido a los promotores de la consulta del 9-N.

Pudiendo ser esta vez mucho más dura por la reincidencia. Que estén pasándose la patata caliente es normal, a nadie le gusta perder el momio que significa ser político en España, especialmente en Cataluña.

Lo que no es tan normal es que crucen amenazas de acudir a los tribunales por las zancadillas que se están poniendo, y lo que entra ya en lo cómico es la idea de encargar del referéndum a los parados: a un parado no se le puede inhabilitar del cargo por no tener ninguno.

Aunque alguien tendrá que firmar la autorización de encargárselo. Y ese él o ella sí que lo tiene. Pero, al parecer, no lo encuentran.

La pregunta del millón es cuánto van a aguantar los catalanes que han creído las patrañas -España nos roba, es posible una secesión legal, el mundo aceptará una Cataluña independiente- que sus dirigentes han venido contándoles. Comprendo que es difícil admitir haber sido engañado y resistir los halagos del nacionalismo: somos más guapos, más inteligentes, más cultos que los españoles.

Pero conociendo los desastres a que el nacionalismo ha llevado a otros pueblos, creí que tales falacias estaban sobrepasadas. Claro que leo en los periódicos que todavía se practica en España el tocomocho y el timo de la estampita, y ya no me extraña tanto.

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