Juan Pérez de Mungía

Pánico a las primarias

Pánico a las primarias
Los líderes políticos españoles PD

Erich Fromm fue uno de esos escasos psicoanalistas que en una intuición captó parte del trágico destino de la condición humana, acertó en el diagnóstico general sin saber a ciencia cierta por qué. Retrata a ese sujeto particular que tiene pánico, miedo a la libertad. Piense el lector en sí mismo, piense como se pliega al dictado de una voluntad ajena por ignorancia de sus capacidades o porque está convencido de que ejercer su dignidad le reportará consecuencias indeseables e inevitables. Y piense el lector en sus conciudadanos y contertulios y descubrirá que existen básicamente dos tipos de personas, las que tienen miedo a la libertad o miedo a sí mismos, y les abruma tener que pensar y decidir que tienen que hacer hoy para mañana, y quienes adoran la libertad. Entre estos últimos los hay, a su vez, de dos tipos, los que adoran sólo su propia libertad, y los que amando su libertad no son ajenos a la libertad ajena. Pues bien piense en estos que adoran la libertad y la proporción social de quienes defendiendo en apariencia la libertad, sólo aprecian en realidad la suya. De estos provienen todos los delincuentes sociales, desde aquellos robaperas y robabolígrafos que creen que la carretera es suya, pasando por quienes roban por extender su libertad porque están convencidos de su superioridad intelectual, hasta quienes se aupan sobre aquellos que han renunciado a ser mujeres y hombres libres que se consuelan con las migajas que caen de la mesa del rico Epulón, el gran patriarca. La escena nacional es una vívida muestra de estos epulones a la cabeza de los partidos que reclaman para sí mismos todo el poder de decisión, émulos del decisionismo fascista de Karl Schmidt, los Iglesias, Mas, Puigdemont, Rivera, y Sánchez son aprendices de ese estilo, el de aumentar su libertad a base de disminuir la ajena, y así excluyen a quienes no se pliegan a esa voluntad caudillista, a quienes no quieren sacrificar su capacidad de pensar por sí mismos para entregársela a su caudillo. Estos caudillos de sí mismos aman su libertad y odian la ajena. Carecen de ética, sus acciones vienen guiadas por una moral situacional, hacen en cada momento lo que a cada momento conviene. ¿Por qué desaparecen de escena los Errejón y los fundadores del partido de Rivera, por qué desaparecen los que no alagan el autoerotismo del jefe, del divino Iglesias, del divino Rivera, del divino Sánchez?

Ahora deténgase el lector y piense cuantos hay de unos y otros y conocerá el destino de ese micromundo que le ha visto nacer, la trágica experiencia de la media España que odia la libertad de la otra media. Tal vez sea de aquellos que piensan que no todos pueden ser ingenieros y además cultos, lo que no es precisamente el caso habitual, y tal vez sea de los que piensan que deberá haber siempre alguien que plante los tomates y recoja las patatas. Si piensa que la cultura es un lujo, que la ciencia es prescindible, y el conocimiento episódico y aislable de creencias irracionales, no tendrá ninguna evidencia de no estar en lo cierto. Pero si por un instante puede darse cuenta de que ciencia y cultura son las dos caras de la misma moneda, sabrá, entonces, que no es posible servir al mismo tiempo a la iglesia y aprender de su propia experiencia. Si puede ser experto y culto, sabrá que será posible substituir todo el trabajo humano, y que no será posible substituir todo el trabajo intelectual. Ahora cuente cuantos de sus conocidos y amigos aman la libertad sin afectar la ajena, más aún cuantos de ellos aman su libertad, porque aman la libertad ajena. Y ahora piense en la distribución, cuantos amantes de la libertad existen en un pais, cuantos aman la libertad ajena, y cuantos ostentan esa condición de buscarla. Para buscar la libertad hace falta capital, talento y disposición. De entre estas virtudes, el capital es la condición de saberse que los propios recursos exceden las propias necesidades, el talento es la convicción de que quien renuncia a la acción será necesariamente un fracasado, y la disposición es la voluntad de persistir en un curso de acción a pesar de las inclemencias. Estas ecuaciones le indicarán cuál es el destino y desarrollo de un pueblo. Y ahora piense en los que odian la libertad ajena, y piense en cómo se presenta en esa demanda de obediencia por parte de una autoridad estúpida que se cree omnisciente y todopoderosa. Sólo es posible esa autoridad para aquellos que tienen miedo al ejercicio de su libertad.

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