Ramón Pérez-Maura

Limpiemos al fin los albañales

Yo no sé con qué tipo de gente tratan, pero a mí no me tranquilizaría que alguien me diga que me acosa una «zorra»

Limpiemos al fin los albañales
Ramón Pérez Maura. PD

CONOZCO al menos tres personalidades públicas europeas vivas a las que se ha atribuido el sobrenombre satánico de «Príncipe de las Tinieblas».

Y admito que uno de ellos es amigo mío y desde su ateísmo se ríe de ser conocido por ese apelativo. Con frecuencia aparece su firma en ABC.

Otro de ellos está hogaño muy lejos de la vida pública y un tercero ocupa estos días las primeras páginas de los medios de comunicación acusado de chantajear empleando la batería de todos los medios de comunicación de su grupo mediático para acallar a la presidenta de la Comunidad de Madrid -que no es santa de mi devoción-.

Sé muy bien de lo que se habla, porque yo mismo he sufrido un chantaje exactamente igual de un «Príncipe de las Tinieblas». Para chantajear así no hace falta haber publicado nada en un diario, haber dicho nada en alguna cadena de televisión o de radio.

Eso no sería un chantaje. Eso sería una difamación. El chantaje es haber amenazado con hacerlo. Y yo no puedo demostrar que lo sufrí, pero sí puedo decir que he vivido un chantaje exactamente igual.

Otrosí: es fabuloso ver a nuestro colega Francisco Marhuenda diciendo que llamaba «zorra» a la jefa de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid para tranquilizar al consejero de «La Razón», el detenido Edmundo Rodríguez Sobrino. Yo no sé con qué tipo de gente tratan ambos, pero a mí no me tranquilizaría que alguien me diga que me acosa una «zorra».

Si yo fuera inocente y me acosara alguien, me quedaría mucho más tranquilo diciéndome que quien me cuestiona es una buena persona. Pero no debe de ser el caso, claro.

Cada uno sabrá si puede mantener la cara, pero me pasma que haya quien siga publicando en un medio después de firmar en él que «se trata de una madeja que abarca todos los ámbitos de la endogamia clientelar, incluido el periodismo, es decir, los medios de comunicación y los periodistas que se dejan instrumentalizar a cambio de botines fáusticos y hacen política por otros medios. Tengo curiosidad por ver cómo el oficio gestiona eso porque no conozco ni un solo medio que pueda declararse emancipado de semejantes dependencias (…)».

Creen algunos, incluso en estas nobles páginas, que todos son de su misma condición. Pues yo no lo creo. Creo que en este oficio, como en todos, hay mucha, muchísima bastardía. Pero jamás aceptaré que todos somos iguales. Y quien crea que lo somos es indigno de ejercer esta profesión.

Como bien dijo el pasado jueves en la junta de accionistas el presidente de Vocento, la compañía editora de este diario, se puede aspirar a volver a pagar un dividendo a los accionistas de esta Casa, algo que nunca ha generado el diario «La Razón» desde el día de su fundación y bajo diferentes gestores. Pero no todos los medios de comunicación tenemos iguales ni similares objetivos.

Ese periódico publicaba este 21 de abril de 2017 un editorial de página entera para justificar lo injustificable. Y estaba tan falto de argumentos que tenía que repetir en la primera y tercera páginas un mismo párrafo de 203 palabras a falta de argumentos.

Pero «olvidaba» dar alguna explicación a las palabras de su presidente, aparecidas en las grabaciones judiciales, en las que dice: «que vea [Cristina Cifuentes] que no es únicamente «La Razón», que están «Antena 3», «Onda Cero» y «La Sexta»». Chantaje puro.

Recordando el término que gusta emplear el académico que fundó «La Razón», ya va siendo hora de limpiar los albañales del periodismo.

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