Javier de Lezo

Los vinos de Llach, dan el cante

Los vinos de Llach, dan el cante
Javier de Lezo.

El hoy rigorista y celoso vigilante autoritario de los funcionarios de la Generalitat, otrora excelente cantante y comprometido con la búsqueda de la libertad para todos los españoles, ha degradado su pasado con una estrecha visión ultranacionalista y local, que le hace preferir como compatriotas sólo a los catalanes, digo más, a los catalanes secesionistas.

Porque al resto, según el peligrosísimo criterio étnico de Junqueras, se les niega tal categoría nacional quedando en algún limbo legal y humano que no quiero imaginar cómo resolverían estos herederos metodológicos en lo político del general Lee, cuyo final de abril de 1865 en Appomattox, deberían repasarse.

Pero nuestro tristemente transmutado, de personaje ampliamente querido y admirado por todos los demócratas españoles a localista defensor de nacionalismos secesionistas y desfasados históricamente, que sólo causa dolor-como él mismo anuncia a funcionarios leales a la Constitución- a los que en años muy duros le admiraron, tiene una legítima actividad empresarial como bodeguero de vinos del Priorato. E inmobiliaria con sus siete propiedades registradas.

A lo anterior habría que añadir la faceta de libertad personal que le facilita su velero de 11 metros de eslora, que no es que sea un tres cubiertas de los habituales en Marbella, Formentera o Mónaco pero que seguro no está entre los futuros sufrimientos de los funcionarios catalanes constitucionalistas que van a padecerlos por las amenazas premonitorias del diputado Llach.

Por cierto, que los funcionarios que más le preocupan al lider secesionista, son los Mossos, entre los que prevé haya más victimas del rigor justiciero del hipotético nuevo estado catalán, ejemplo antilibertario donde los haya, al pretender crear un estado dentro de otro, como las matriushkas rusas, pero con La Estaca en la mano.

Y llegamos al fruto de la tierra, los vinos de Vall Llach, su Embruix del 2014, por ejemplo, de un rojo intenso y un paso por boca más intenso aún, demasiado por desgracia, del que ya la nariz nos previene en el descorche. Haría falta una carne de ciervo perseguido por un oso y la del propio oso aún, para contrarrestarlo. El Idus (serán los de Abril) es pasable sin más. El Magnum de 2008 está muy lejos de la excelencia de lo que ofreció 2009 a todo el Priorat. O de la del 2004 y 2005, por no retroceder a la segunda mitad de los 90.

El Agua de Llum peca de igual exceso de fuerza que aqueja al Embruix, añadida la de los cítricos. En resúmen, a la fundamental uva Cariñena de estos vinos, el exceso de Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah les perjudica al otorgar demasiada intensidad que elimina riquísimos matices en los fantásticos vinos de Tarragona, orgullo de Cataluña y España entera.

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