Entablar consensos no es fácil y es evidente que construir siempre nos resulta más difícil que destruir. Lo cierto es que son dos tópicos muy manoseados, pero no por ello se deben obviar, hoy en día, y más aún cuando hablamos de política. Creía Podemos que la política era una campaña continua y ahí siguen anclados, entre montar el circo y dar vueltas en el bus, sin enterarse de nada.
Decir lo obvio es desagradable y más que nos tomen el pelo, la ciudadanía se merece respeto. Jugar a hacer política, el «amarillismo», el colapso… no debería tener cabida, puesto que la situación actual exige responsabilidad, una política de altura conforme a los tiempos que vivimos, afrontar retos y desafíos, unidad y espíritu colectivo. Todo ello, es lo mínimo que les podemos pedir a nuestros representantes en cualquier país de avanzada, ¡qué menos!, que dejen aparcadas las posiciones inmovilistas, prejuiciosas y despóticas. Hacer política, sin duda, es una cosa muy seria y los «sectarismos» son muy malos consejeros en todas las parcelas de la vida, una cosa es predicar y otra es dar trigo.
Es necesario que Podemos eleve su nivel político, asuma su rol, favorezca consensos y evite conflictos, que se impliquen y se corresponsabilicen en la gestión pública pues, no cesan en facilitarnos pruebas a diario de que, ni saben a dónde van, ni saben qué defender, ni a qué oponerse y, lo que es peor, cada día se empeñan en demostrar esa falta de rumbo.
Es tiempo de arrimar el hombro, de diálogo, de trabajar codo con codo, teniendo nuestros principios constitucionales muy presentes y el espíritu de la Transición, sin revanchas, sin fanatismos, sin agitadores profesionales. La política necesita nuevos mecanismos, fórmulas que superen viejos comportamientos.
