Fernando Jáuregui

El atronador batir de los tambores de Cospedal

El atronador batir de los tambores de Cospedal
Fernando Jáuregui. PD

Yo diría que, en una semana de ruidos, resultaba atronador el batir de los tambores de batalla. Porque, por poner un solo ejemplo, no cabe duda, y me refiero ahora exclusivamente al plano nacional en este resumen de lo ocurrido estos días, de que asistimos a una escalada verbal de advertencias desde el Gobierno a la Generalitat: ahí han quedado registradas alusiones al «golpe de Estado» que pretenden Puigdemont y Junqueras, así como las advertencias de la cada vez más influyente ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, garantizando que no habrá urnas, porque el Ejecutivo central no las permitirá de ningún modo, para el referéndum catalán.

No podemos olvidar, en este contexto, la angustiada petición del empresariado catalán al president de la Generalitat para que respete la legalidad vigente De todos modos, una docena de cuestiones bastaría, cada una de ellas, para elaborar una larga crónica, o hasta un libro, sobre lo que ha ocurrido en una semana trascendental. En el plano internacional, con un mundo aún conmocionado por la matanza de Manchester, y en el nacional, desbordado por múltiples acontecimientos.

Hemos asistido a discursos imposibles que tienen a Trump como ineducado protagonista en el G-7 y al Papa recibiéndole con cara de pocos amigos. Hemos escuchado a Rajoy en Sitges, en una ‘ofensiva catalana’ que comentaré a continuación. Y, un año más, hemos esperado, estupefactos, el tampoco muy educado pitido al Rey en la final de Copa (ay, si Vicente Calderón levantara la cabeza… y viese a tantas gentes del Barça en los juzgados).

Semana en la que irrumpieron Pedro Sánchez y sus silencios con la prensa, Javier Fernández y su callada, prudente y lenta despedida. O el estruendo circense de la próxima moción de censura de Podemos contra… ¿Rajoy?, y que acabará estallándole, como ruidoso petardo que es, a Pablo Iglesias en los oídos. Menuda barahúnda.

Ante tanta algarabía, hay quien siente mayor aprensión ante las calladas por respuesta que ofrece Rajoy ante amenazas y desplantes que ante sus discursos, que pocas veces aportan titulares novedosos. Ni él, ni el nuevo/antiguo jefe de la oposición, Pedro Sánchez, son gentes que destaquen precisamente en el secarral declarativo de la política española.

Por eso, hay que estar atentos a los susurros, a los sobreentendidos, a los gestos o a las sílabas: los micrófonos ansiosos de los periodistas no andan, la verdad, sobrados de trabajo y por eso es llegado el momento de los analistas más o menos perspicaces y, cuando de gentes como Donald Trump se trata, incluso de los humoristas, si es que espacio quedase para el humor aquí y ahora.

Convencido de que es hora de aguzar la vista, el oído y hasta la imaginación, contemplo a Rajoy y a su equipo más cercano -Cospedal, Iñigo Méndez de Vigo, mientras la ‘negociadora catalana’ Soraya Sáenz de Santamaría parece desaparecida de los focos y de la tamborrada_ lanzando cada vez más serias advertencias al secesionismo catalán.

No, no habrá referéndum y, en cambio, puede haber ofertas negociadoras bastante jugosas. Veo a María Dolores de Cospedal, a cuyo entorno familiar le llegan muy serios avisos procedentes de quién sabe qué rumorólogos, acumular un cada vez mayor protagonismo, y no solo por el Día de las Fuerzas Armadas, claro; incluyendo en este protagonismo a la potenciación de los servicios de inteligencia militar (CIFAS), tanto en la lucha contra el terrorismo yihadista como en las admoniciones a los catalanes separatistas.

Algo tiene que pasar, más allá de seguir incólumes soportando al ocasionalmente hierático Puigdemont -cuando escucha los pitidos futboleros al Rey_ mientras lanza ultimátums de opereta al Gobierno central.

Y ese ‘algo’ debería pasar necesariamente por un gran pacto de Estado por la unidad territorial de España. Ya no podemos esperar mucho tiempo a que Pedro Sánchez encuentre un mensaje político que lanzar en una rueda de prensa que escamotea, mientras los medios se preguntan qué pasó para que fuese él el elegido por las bases; ni podemos aguardar ya demasiado a que el nuevo/viejo secretario general socialista logre aquietar las aguas internas del que aún es el segundo partido de la nación. ¿Puede Sánchez seguir con su ‘no, no y no’ cuando el Estado reclame su cooperación para una negociación nacional que frene, aunque sea temporalmente, la loca ola separatista catalana?

Y de Podemos ya ni hablo: nunca, desde aquel mal paso de Hernández Mancha, he visto dislate semejante a esa moción de censura contra -teóricamente_ Rajoy, en la que el audaz, pero poco reflexivo, Pablo Iglesias pretende apoyarse para convertirse en el sustituto de Sánchez al frente de la oposición de izquierdas al Gobierno de centro-derecha. No logrará ni siquiera que todos en la amalgama podemita secunden su iniciativa.

Por no lograr, no conseguirá ni que Rajoy, (aún) más tranquilo ahora que ya ha logrado mayoría absoluta en el Congreso para aprobar sus Presupuestos, le responda en el lance parlamentario: lo hará el pugnaz Rafael Hernando, con lo que el espectáculo parece garantizado.

Sí: ‘the show goes on’. Si no nos bastase con Trump, tenemos a Pablo Iglesias devaluando el sistema parlamentario y tratando de convertir el referéndum secesionista en una ‘movilización cívica’ (lo dicho: poco reflexivo). O a Puigdemont y Junqueras desenterrando el hacha de guerra, quizá porque creen que es la mejor baza ante la negociación inevitable.

O la batalla, disimulada de intento de conciliación, de Pedro Sánchez con los ya no tan suyos. Hemos vuelto, pero con datos empeorados, a la situación lamentable de enero de 2016: un Podemos gallito tras entrevistarse con el jefe del Estado, un PSOE sin rumbo, un Ciudadanos que no da el paso de ofrecerse como socio de gobierno-en-el-Gobierno… y, ya que estamos, un Gobierno que vuelve a hallarse, pese a la luz verde a los Presupuestos, casi en funciones, aunque sea hasta que, en 2019, un Rajoy harto vuelva a tocar la campana electoral.

Pero claro: de aquí a entonces, como decía antes, van a pasar, ya lo pueden ver ustedes con estos meros apuntes, muchas cosas. Tienen que pasar muchas cosas. Y confiemos en que, al menos, algunas de ellas sean buenas.

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