Antonio Sánchez Cervera

Europa no debe esperar mucho del mundo anglosajón

Europa no debe esperar mucho del mundo anglosajón
Angela Merkel con Donald Trump. WH

En un principio, la OTAN se creó para cercar a la URSS manteniendo Estados Unidos el liderazgo y la dirección de la geo-estrategia del continente europeo; es decir, pagaba más que Europa a cambio de tener el poder de decisión y, en definitiva, el ordeno y mando. Ese es el precio que hay que pagar y continuar pagando.

¿Qué aporta Europa?, pues mucho más de lo que pagan los norteamericanos: terrenos donde asentarse los silos de armamento nuclear, poderío, por qué no, también militar y sobre todo, los bofetones que se iban a llevar sus conciudadanos en caso de una confrontación bélica. Y no es poco. Por ello, sería menester que Trump se vuelva a su cortijo y no venga a Europa a intentar especular con la defensa de Occidente como lo hace con sus acciones en la bolsa de Nueva York.

Europa debe esperar muy poco de los británicos y de los norteamericanos y dedicarse en cuerpo y alma a defender y consolidar nuestros propios intereses.

Si el Brexit puede que sea un desastre para los británicos es algo que a los europeos nos debe traer al pairo, pues es esencial que únicamente nos concentremos en mantener una Europa más unida y segura que nunca, alejada de la encrucijada británica, que quizá se convierta en un polvorín de «sangre, sudor y lágrimas» por la acción del terrorismo que a sabiendas de su torpe y voluntario aislamiento, aproveche la ocasión para hacer en la isla el mayor daño posible.

Así las cosas, no nos confundamos con Trump. Ha llegado a la política con los impulsos del pueblo llano americano y será un personaje que seguramente nunca encaje en los tradicionales partidos de su país. Querrá estar siempre en primera fila, aunque su bella y católica esposa rechace en ocasiones su mano de montador de Detroit, pero regateando el precio de ese privilegio. De la misma forma que se pone a empellones para demostrar su liderazgo en las fotos de familia, lo hará para que el dólar de su alma revierta en su país y es aquí donde una Europa unida, con Alemania y Francia a la cabeza, tome las riendas de su propio destino, consciente de no esperar de ahora en adelante nada del mundo anglosajón.

Ahora bien, que los líderes de ese mundo no pretendan la primera fila en el concierto europeo si no pagan cuantiosamente el precio del poder mundial. Seamos y vociferemos orgullosamente y bien alto al estilo de la Roma antigua: «Soy ciudadano europeo«.

Sirva finalmente como colofón advertir cómo Trump acecha envidiosamente a la muy sutil, práctica y poderosa Angela Merkel bajo el fuego cruzado del Brexit y mientras Rusia, taimadamente, intenta practicar la desestabilización de la alianza del mundo occidental, no sin dejar de enviarnos como emisarios de su poderío putas y traficantes por doquier.

Ya no son tiempos del creído esnobismo de Inglaterra porque se venga de donde se venga, la UE ha de ser más fuerte gracias a la cortesía europea, que es francesa, alemana, española, italiana, portuguesa, polaca y un largo etcétera a partes iguales.

Por cierto, los coches germanos, que son mucho mejores que los americanos y japoneses, no copan el mercado de la automoción estadounidense, que contrariamente está dominado por las empresas de Estados Unidos y Japón.

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