Ignacio Camacho

Circular por la izquierda

Muchos británicos han buscado en una izquierda de liderazgo mediocre una oportunidad para su propio desencanto

Circular por la izquierda
Ignacio Camacho. PD

LA lección superficial de las elecciones británicas es la de que las urnas las carga el diablo. Y la de que nadie escarmienta en cabeza ajena, porque Theresa May no aprendió del batacazo de Cameron.

En una política tan volátil como la actual resulta una temeridad creerse las encuestas y, sobre todo, utilizarlas para acortar plazos. La primera ministra, que es una dirigente de luces cortas, inhábil en el manejo de las emociones y los tiempos, buscaba su propia legitimación para negociar el Brexit a su manera y ahí tiene el resultado: heredó una cómoda mayoría absoluta pre-Brexit y la ha malversado en menos de un año.

Pero hay otra enseñanza más profunda que conviene leer en un plano más amplio. Y es la de cómo el voto del descontento, sobre todo el de los jóvenes, identifica por su cuenta las candidaturas que sugieren frentes de rechazo. Jeremy Corbyn era hace unos meses un político desahuciado, un líder repudiado por los tradicionales electores de su partido y hasta por muchos de sus propios parlamentarios.

Elegido por una militancia radicalizada, como nuestro Pedro Sánchez, el laborismo desconfiaba de él por sus rancias ideas económicas, su personalidad anodina y su credo dogmático.

Su inesperada resurrección no la han provocado sólo los errores de May sino la decepción de millones de votantes ante un sistema político colapsado. El Brexit ha dejado demasiado en evidencia el oportunismo de los populistas y eurófobos y mucha gente ha girado hacia la izquierda tradicional en busca de una oportunidad para su propio desencanto.

La crisis ya no es una amenaza que requiera gobiernos económicamente responsables y sensatos; el crecimiento empuja a votar por el reparto.

Lo que hay que entender del ejemplo inglés, descontando el factor autóctono del debate del Brexit, es la paradoja de que la recuperación puede perjudicar a sus promotores.

El mensaje de que las cosas van bien tranquiliza a las capas templadas, aflojando sus miedos, y no aplaca el ánimo de cambio de los jóvenes. A partir de ahí se abre paso un izquierdismo de corte clásico que, partiendo de admitir la mejoría, ofrece medidas redistributivas y acabar con los recortes.

Ni siquiera hacen falta liderazgos potentes; sólo un discurso de alternativa clara capaz de aglutinar impulsos renovadores. Corbyn es un candidato tan poco solvente como Sánchez, pero lo que importa es lo que los ciudadanos quieran ver en ellos por encima de sus obvias limitaciones.

Ojo, pues. La corrupción es el Brexit español, el elemento que desencadena corrimientos de tierras y hace saltar barreras ideológicas convencionales. El que puede aflojar la cohesión del electorado conservador si no encuentra líderes decididos y capaces.

El que desmotiva a los votantes de la derecha mientras la izquierda se reagrupa, alrededor de dirigentes mediocres, estimulada por el empeño pragmático de sus bases.

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