Hermann Tertsch

Merkel y Schilly, buenos y malos

Un viejo socialista denuncia verdades inaceptables sobre inmigración

Merkel y Schilly, buenos y malos
Hermann Tertsch. PD

EL continente de Africa tenía en cierto instante a media tarde de ayer 1.244.510.549 habitantes. Un segundo más tarde eran muchos más. La cifra de este año que se acercará a los 1.300 millones se habrá casi duplicado para el 2050.

Entonces se espera que África tenga ya 2.500 millones de habitantes. Estás cifras merecen conocerlas todos aquellos que tiendan a pensar que la solución a los problemas de África están en que los africanos que quieran venir a Europa tengan derecho a hacerlo.

Lo cierto es que aunque todos los 500 millones de europeos decidiéramos quitarnos de en medio y ahogarnos voluntariamente en el Canal de la Mancha en un gran gesto final de generosidad y amor al inmigrante, no habría sitio en el viejo continente para los africanos.

Ni habría un sistema y unas sociedades que les dieran de comer. Es por tanto loable que ayer en Berlín, la canciller Angela Merkel inaugurara una Conferencia del G20 sobre África para elaborar planes de desarrollo y convocar a inversores para ese continente.

Merkel está volcada en la cuestión africana como uno de los frentes políticos en los que escenifica soluciones para la inmigración. Con eficacia ante las elecciones. Hace un año estaba enterrada, hoy vuelve a parecer imbatible.

Aunque sepa bien que inversión y desarrollo no reduce la inmensa presión actual de la migración. Hay diez millones ya en ruta. Y el éxito de las entradas ilegales es la mejor publicidad para los traficantes.

Porque la censura contra todo lo que no sea el buenismo socialdemócrata avanza sin pausa en Europa con el celoso apoyo en los medios de comunicación.

Se persiguen libros, se cierran cuentas en redes sociales, se despide o se lincha virtualmente a autores discrepantes y toda voz que se alce contra la Europa merkeliana y ahora macroniana. En Europa hay buenos y malos según lo que opinen. La corrección intocable.

Pero aun hay algunos que advierten de que, por mucho que el coro mediático nos diga que todo van bien, no es así. Que cada vez son más los europeos que se sienten amenazados en su seguridad, en su identidad y en su existencia sin que reciban atención ni respuesta de la UE ni sus gobiernos.

Y que la amenaza no es la extrema derecha sino los muchos problemas que se ignoran porque la política los desprecia y mira hacia otro lado. Otto Schilly, un viejo miembro del SPD, que fuera fundador de los Verdes, ha levantado la voz contra una canciller que, según él, actúa como una monarca, desprecia el estado de Derecho y causó un inmenso daño provocando la avalancha de refugiados e inmigrantes ilegales.

En una entrevista en Die Welt am Sonntag, Schilly, ministro del Interior de Gerhard Schröder, arremete contra Merkel y la opinión monolítica impuesta en Berlín.

Schilly califica de catastrófica la política de inmigración, denuncia que entra en silencio más de un cuarto de millón. Ataca también las formas de Merkel en su política energética con su abandono unilateral de la energía nuclear y la devastación de paisajes, naturaleza y entornos culturales con la masificación de la eólica.

Para Schilly, al que aun no han tachado de extrema derecha aunque todo llegará, la forma de gobernar de Merkel es una estafa que coarta e impide el debate. Y que está simbolizada por la gran mentira de que no habrían podido controlarse las fronteras aquel fatídico 4 de septiembre del 2015.

Y que por eso, ella, como un monarca absolutista, decidió abrirlas a la inmigración incontrolada y cambió definitivamente las vidas a millones de alemanes sin consultarles. Las fronteras eran controlables, afirma el exministro del interior. El drama, dice, podía haber evitado.

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