Fernando Jauregui

Cerrar Al Yazira, o multar a Messi, qué sé yo

Dicen que lo excesivo acaba produciendo los efectos contrarios a lo que se trataba de evitar. Un boomerang, que acaba cayendo sobre la cabeza de quien lo lanza. Tengo la impresión de que eso es precisamente lo que va a acabar sucediendo con la lucha contra la corrupción: se nos va a morir de tanto usarla, como dice la canción que ocurre con el amor. Para la semana entrante tenemos ya fijadas fechas para la arrancada de las comisiones al efecto en las cámaras Baja y Alta de nuestro Parlamento, y el ex tesorero Bárcenas acudirá este lunes a (no) declarar ante una de ellas. Súmense al galimatías de comparecencias previstas las sesiones del ‘juicio Gürtel’, que tan embarazoso está resultando para la historia del Partido Popular y añádanse unas gotas de la ‘previa’ que nos viene sobre los ERE andaluces, un juicio que arranca en diciembre, pero que, claro está, ya comienza a calentarse en ciertos círculos, que hay que contrarrestar corrupción con corrupción, por aquello de que un clavo saca otro clavo.

Total: que me temo que los ciudadanos están, estamos, hechos un lío, y ya no sabemos si la madre de todas las corrupciones anida en el PP, como dicen Podemos, el PSOE y, a veces, Ciudadanos, o más bien esa maternidad indeseable se extiende también a los socialistas andaluces, a los podemitas ‘venezolanos’ y, por supuesto, a los independentistas y nacionalistas catalanes del tres, el cinco o el siete por ciento, que de todo ha habido. Y entonces, claro, cuando conocemos las encuestas del CIS percibimos que la corrupción se sitúa entre las tres principales preocupaciones de los sondeados, que se embarullan entre el ‘caso Palau’, el Lezo, la Púnica, Auditorio, Gürtel 1, Gürtel 2… no quiero, ni puedo, ser exhaustivo: la memoria no me da para tantos ‘affaires’, ni habría aquí espacio para reproducirlos todos.

El ciudadano de a pie permanece, creo, confuso ante tanta filtración judicial de informes parece que no siempre acertados de la UCO, de la UDEF, de ‘servicios’ de intensidad y probidad varia o de ex comisarios sucios que ventean sus ‘vendettas’. Y pagan justos por pecadores, porque hay muchas gentes interesadas en que personas inocentes, a mi entender de honradez acrisolada, se vean envueltos en oscuras difamaciones, como bien denunciaba esta semana, refiriéndose a su propio caso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.

Es el caso que ahora la actividad parlamentaria se ha centrado casi exclusivamente en la puesta en marcha de la comisión para investigar la corrupción pasada del PP en el Congreso, que es un compromiso al que Rajoy se sometió para lograr que Ciudadanos votase su investidura. Pero, al tiempo, como contraofensiva, los ‘populares’ lanzaron otra comisión en el Senado, donde tienen mayoría absoluta, para investigar todas las corrupciones -excepto, claro está, la del PP-. Y vamos a ver desfilar, por una u otra, a prácticamente todos los personajes que en la vida pública fueron, desde José María Aznar, Felipe González y Zapatero, Bono o Gallardón, hasta, por supuesto, Rajoy, que no solamente tendrá que acudir a testificar en el ‘caso Gürtel’ a finales de julio, sino que será, ya lo verán, asiduo en las convocatorias de los investigadores parlamentarios.

Todo ello se me antoja un tanto desordenado, la verdad. Entre unos y otros -y no excluyo la responsabilidad que tenemos los comunicadores_ acabaremos haciendo de la corrupción algo banal, casi consuetudinario, una mezcolanza infernal en la que conviven empresarios trincones con los que no lo son, funcionarios ‘comisionistas’ con los que nada tienen que ver con los sobornos, alcaldes de la ‘mordida’ con la mayoría que se afana por servir a sus ciudadanos, policías de lo peor con la globalidad que han hecho del sacrificio mal pagado una norma de vida. Y entonces los verdaderamente corruptos, los que se llevaron dinero público a sus bolsillos, se mezclarán con otros que puede que cometiesen errores en el ejercicio de su cargo, pero que para nada se enriquecieron con él.

Creo en la bondad de las comisiones de investigación. Optimista como soy, pienso que, al menos, servirán para aclararnos algo de lo que ocurrió en ese pasado tan turbio, quiero creer que ya bastante superado. Pero me parece que alguien se está equivocando cuando alega que hay que echar a Rajoy de La Moncloa ‘por corrupto’, utilizando la corrupción como ariete para ocupar el despacho más poderoso de España. A Rajoy habrá que echarle -lo tendrán que hacer los electores, supongo, no las comisiones de investigación_ porque ejerce mal, si este es el caso, su cargo, o porque es un lastre, si lo es, para emprender cambios que el país necesita, incluyendo los precisos para atajar el secesionismo catalán.

Porque a mí, qué quiere que le diga: Rajoy, sin ser santo de mi devoción, no me parece personalmente un corrupto, aunque algunos de los que le rodearon -y van a aparecer muchos más nombres, claro_ sí lo fuesen en uno u otro grado, y aunque a veces se haya hecho el distraído; y produce bochorno la manera como algunos altos cargos del pasado del PP echaron en sede judicial los cubos de la basura sobre el ex tesorero Lapuerta, que no puede defenderse.

Y ahí, sobre esos ex, por ejemplo, es donde debía centrarse una parte de tanta investigación parlamentaria, tanto frenesí judicial y mediático. Dejémonos de difundir fragmentos interesados de escuchas no sé si siempre legales y vayamos al meollo de lo que causó tanto desbarajuste con nuestros dineros. Y, si no lo hacemos así, entonces juguemos a las maniobras del silencio o de la distracción: que cierren Al Yazira, que tanto molesta a los jeques del petróleo, o que multen a Messi, en vez de meterlo en la cárcel, para alimentar los jugos gástricos del cabreo del pueblo, yo qué sé. Pan y circo, que decía Juvenal. Pan, circo, silencio en las catacumbas y ruido, mucho ruido, en el exterior. Es la mejor manera de difuminar la verdad.

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