Parece una maldición que todos los años en cuanto el verano asoma comience un reguero de incendios a lo largo y ancho de nuestra geografía. Lo peor es que en la mayoría de las ocasiones estos incendios son provocados por la mano del hombre.
Si hace unos días nos estremecíamos por el incendio que ha asolado una zona importante de Portugal, este fin de semana hemos contenido el aliento ante el incendio en Mazagón (Huelva) que ha surcado incluso las lindes del parque natural de Doñana.
Miles de personas se vieron afectadas además del destrozo medioambiental.
La pregunta es qué puede hacerse, como se pueden evitar que estas catástrofes se sucedan en cuanto llega el verano.
Es evidente que es difícil prever cuándo puede actuar un piromano pero si se puede prever la limpieza, durante el invierno, de los campos, bosques y entornos naturales que dificulten la propagación del fuego. Creo que se ajusta a la realidad el dicho de que los incendios del verano se apagan en invierno.
Desgraciadamente se continua sin hacer una política preventiva contra los posibles incendios. Y para ello claro está se necesitan medios humanos y materiales que limpien aquellas zonas susceptibles de poder sufrir un incendio. ¿Por qué no hay guardabosques? Lo que no es asumible es que sigamos aceptando como irremediable que verano tras verano el fuego asesino cause tantas calamidades. El verano acaba de comenzar y quiero creer que aún estamos a tiempo para intentar evitar los desastres que pueden deparar los incendios. Las distintas administraciones desde lo ayuntamientos a las Comunidades Autónomas al gobierno central deben de ponerse en situación de alerta y revisar ahora mismo aquellas zonas que pudiera ser pasto de las llamas ya sea por causas naturales o por la mano del hombre. Nunca es tarde para empezar a prevenir.