Víctor de la Serna

Por qué son tan rentables el insulto y la amenaza

Por qué son tan rentables el insulto y la amenaza
Víctor de la Serna. PD

Algo se ha roto en las relaciones entre las personas, y de las personas con las instituciones y los valores, que posibilita ese despliegue de desplantes, amenazas, insultos en el que, ante los ojos atónitos de quienes vivieron otras épocas, hoy se mueven las sociedades occidentales y antaño consideradas «avanzadas».

La noticia del momento puede ser la actitud hostil, maleducada y ofensiva de Podemos ante las celebraciones de los 40 años de la democracia, convertidos chillonamente en «40 años de impunidad».

O pueden ser los insultos soeces y barriobajeros del presidente de Estados Unidos, en Twitter, que es la más enorme de las plazas mayores del mundo, a una periodista que lo critica. La semana pasada tuvimos otras de ese tenor, y la próxima vendrán otras nuevas. O Brave New World!

A Podemos se le podría responder que no ha habido más impunidad en estos 40 años que la de Santiago Carrillo, culpable de crímenes contra la Humanidad al que ni se juzgó ni se apartó de nada, sino que formó parte de las Cortes Constituyentes y luego daría lecciones de ética hasta su muerte, y todo ello porque la voluntad de reconciliación nacional hizo a muchos tragar sapos y culebras a cambio de la integración de los comunistas en uno de los sistemas políticos más libres del mundo.

A Trump es inútil responderle, ya se sabe, pero el que esté basureando de esta forma la Presidencia de Estados Unidos, la institución más poderosa del mundo, resulta aterrador por la falta de autocontrol y de capacidad de reflexión que revela. Además, su repetida y violenta misoginia le añade un aspecto particularmente perverso.

Nos hemos ido habituando a un entorno político carente de civismo y de respeto, sí. Y no tiene fácil solución porque los que insultan saben que entre sus seguidores eso aumenta el entusiasmo y el respaldo. Quizá hasta que se pasen de la cuenta o de frenada, pero eso está por ver.

Las personas moderadas, los políticos clásicos que hoy deploran este estado de cosas deberían también ser más conscientes de las debilidades y las apatías de nuestro sistema liberal en el último medio siglo.

Se fio el crecimiento a una serie de burbujas económicas que iban estallando hasta que la de 2008 dejó gravemente heridas y empobrecidas a nuestras sociedades -con las clases medias de pim-pam-pum para todos, y los jóvenes condenados a la precariedad-, y de esos desgarros nace esta oleada de aprovechados cuyo lenguaje, cuyas supuestas ideas no habrían tenido eco antaño, pero con el profundo malestar reinante, sí que lo tienen. Trabajemos para arreglar el modelo, no fomentemos otro estallido, y quizá así venzamos al populismo.

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