Este artículo rompe esa norma para tratar de colocar al secesionismo frente a su ilegal espejo
No es un titular académico, vaya por delante lo obvio. Pero tampoco es una frivolidad callejera ni un impulso pasional. Es algo premeditado, conscientemente vulgar, carente de eufemismos y que significa lo que parece: que os den por el mismo centro del orto, secesionistas todos.
Perdónenme todos los demás españoles de Cataluña y del resto de España la vulgaridad, pero tiene explicación. Llevamos 40 años de democracia legitimando, por una mezcla de educación, complejo y estupidez; un relato falso y agresivo del soberanismo catalán que, ya desde antes, sufrieron ya los españoles de la República y tuvo un impacto no menor en ese drama nacional que fue la Guerra Civil y su largo epílogo franquista.
Hemos probado de todo y nada ha valido de nada. La legitimación del abuso comenzó con la semántica: contestábamos todos como si, al darte un par de hostias, lo normal fuera quedárselas y preguntarte qué demonios habías hecho para que tu agresor estuviera enfadado y qué diantres podías hacer ahora para que no te soltara otro par, tan merecidas.
Esto hay que romperlo, y eso hago humildemente: solemnizar las estupideces, o las agresiones, termina por naturalizarlas, por convertirlas en un producto tal vez discutible, negativo incluso, pero en todo caso legítimo. Y no.
El último ejemplo lo dio Pedro Sánchez, grande de tamaño y pequeño en todo lo demás, al completar su mensaje de apoyo al Gobierno frente al golpe de Estado del pícnico Junqueras y ese envejecido y envilecido Harry Potter sin magia que responde por Puigdemont con otro que, en realidad, era el realmente importante: «Pero Rajoy tiene que hacer política de una vez».
Pagafantas
Little Peter no está solo: el sanchismo, esa corriente con nombre de patología urinaria, existe porque existe desde siempre aunque encuentre con él una especie de tétrico clímax, de apoteosis pagafantas, de plurinadería majadera.
En el 78, frente a ese inexistente centralismo madrileño que empapa la Constitución según ustedes, España hizo un esfuerzo tremendo por pasar de la Dictadura a la Democracia sin ajustar cuentas que lo hubieran hecho todo inviable, a costa de una generosa dieta de sapos que se comieron todos como Paul Newman con los 50 huevos cocidos de ‘La leyenda del indomable’.
Y en ese viaje reconoció, como nadie, la idiosincrasia catalana y vasca, sus símbolos y lenguas, sus banderas e identidades, sus expectativas políticas y su capacidad de autogobierno. A cambio, esa misma España recibió por compensación un chantaje económico de la CiU o el PNV de turno por la estúpida incapacidad de PP y PSOE de entenderse y, en una versión más heavy que la mera extorsión, 900 muertos con la firma de ETA.
Así que, perdónenme, pero que les peten. A todos y a todas los y las independentistos e independentistas. Porque con ustedes no vale razonar como no vale la ley ni los datos ni los hechos ni las cifras. Con los suyos se limitan a estimular las emociones, esa bisutería del raciocinio que sepulta las evidencias bajo una espesa capa de caspa demagógica y manipuladora que, altavoceada de sus cochambrosos medios de comunicación públicos e inoculada como un virus especialmente tóxico en la educación que perpetran en sus escuelas, logra transforma a homínidos en ovínidos: el que no vale bala, y hacen ustedes lo imposible para que no valga nadie que no esté dispuesto a balar.
Xenófobos
Y con sus rivales, esto es, con todos los demás; optan por agredir, insultar, separar, xenofobear y hacerse luego los ofendidos y pedir que hagamos otro esfuerzo por seducirles. Como si un señor de Logroño o una señora de Alcalá no tuviera otra cosa que hacer, cuando se levanta, que pensar cómo seducir con agasajos a un tipo que lleva toda la noche chillándole que es un gilipollas.
No es verdad, en fin, nada de lo que ustedes dicen, nada de lo que piden y nada de lo que defienden; y si acaso algo lo es, es obviamente muy minoritario: son ustedes, exactamente, el 7% de la gente con derecho a decidir, de los 46 millones de copropietarios de este proindiviso centenario llamado España; y tratar de imponerse con ese pírrico porcentaje no sólo es ilegal, sino además antidemocrático y fascista.
Pero les parece normal ofender, enfrentar, agredir y dividir porque España ha hecho que parezca normal el soberanismo como un día consideró normal el machismo, el maltrato o la homofobia: algo habrá hecho la tía, no sabrá conducir, si le han dado un leñazo se lo habrá ganado, eso le pasa por maricona.
Por españoles
Eso nos pasa por españoles, llevan diciendo decenios hasta lograr que, de algún modo, nos preguntáramos si efectivamente habíamos hecho algo tan mal para que ustedes, racistas de las narices, se sintieran tan enojados.
Por eso, aparte de aplicarles la ley, hay que empezar a contestar su relato poniéndose a su altura: mandándoles, pues, a tomar por esa parte de la anatomía que en Quevedo confundían con la espalda.
Podríamos aquí citar mil cifras, presupuestos, datos, hechos, estadísticas y presupuestos oficiales para desmontar todas y cada una de sus patrañas tóxicas históricas, económicas y políticas sin ninguna excepción, y quien tenga esa curiosidad puede saciarla en este enlace.
A insultos
Pero no vamos a hacerlo porque ustedes ya lo saben y les importa una higa. Ya saben que mientras nos volvíamos locos por respetar Els Segadors ustedes pitaban al Rey pero cogían su Copa; ya saben que mientras legislábamos sinceramente para que hubiera más Cataluña ustedes vendían la idea de que eso sólo era posible con menos España y ya saben, por no extenderme, que por cada euro que ustedes creen regalarle a los vagos de los andaluces o a los inútiles de los gallegos España les procura a ustedes tres, les rescata con otros cuatro y les compra otros cinco: sin eso que tanto les desagrada no tendrían ustedes ni para pagar las pensiones de sus jubilados, que son ustedes (bono) basura.
Ya es una cuestión o de bajarse los pantalones del todo, relajar el esfínter e intentar disfrutar de la violación o, por el contrario, de rebelarse, empezando por la ley y el lenguaje: son ustedes unos pedazo de fascistas y xenófobos que, lejos de devolver con respeto y lealtad el inmenso esfuerzo que todos hemos hecho para que no den tanto el coñazo, nos quieren robar lo que es nuestro, les guste o no, hurtándonos el único derecho a decidir legal y moral existente en nombre de una pseudodemocracia a la carta y facha que esconde al peor totalitarismo racista de Europa en estos momentos.
Los malvados niños
Una única imagen resume lo imbéciles que hemos sido en España, ya desde tiempos de Azaña, y lo indeseables que han sido ustedes, que son menos, que no tienen la ley de su parte, que no gozan del amparo de la democracia, que además han choriceado a esa patria y a esa bandera en la que siempre se envuelven los mediocres y que han contaminado el ecosistema esparciendo el detrito de que la única manera de ser un buen catalán era ser a la vez un mal español y un horrible demócrata.
Y es ésta: no se puede estudiar en español en ninguna escuela pública catalana. No hay más preguntas, señoría. La Generalitat envía a centros privados a los malvados niños de siete años procedentes de Cuenca que, por joder el idioma de Plá y escupir en la senyera los muy hideputas, no entienden el catalán pero quieren seguir estudiando en castellano mientras lo aprenden un poco, para no acabar convirtiéndose en Alberto Garzón, Gabriel Rufián o Martínez Pujalte.
La única manera que tienen de hacerlo en la lengua de su país dentro de su país es en un centro privado cuyo coste soporta el Ministerio de Educación ¡de España! No sea que ustedes se enfaden si a algún valiente se le ocurre decirles que, coño, está feo lo que hacen.
Una última metáfora
No me imagino a nadie en Alemania discutiendo tranquilamente si se puede ser nazi, pero eso llevamos 40 años haciéndolo con ustedes y, claro, se han acostumbrado.
– Nosotros queremos ser nazis, no se pueden poner barreras al sentir democrático de un pueblo.
– Bueno, lo estamos intentando, ¿no les vale con ser un poco nazis y ya vamos viendo?
Espero que ahora entiendan el sentido de este artículo, y de este tono un tanto Catulo, les envíe a tomar por el 155, que uno también lleva un poeta de rimas numéricas dentro.
Posdata
Siempre les quedará matar, y no es que lo quiera o lo espere de ustedes, pero es la única opción que se me ocurre como sigan sin aceptar que pueden no sentirse españoles, pero es imprescindible que sean conscientes de que lo son. No sé si alguno de sus revolucionarios de 8 a 3, con sueldo público y trienios de gin tonics vespertinos, habrá pensado en ello.
Pero es lo que sus colegas en Euskadi hicieron cuando trataron de imponer su pequeña, tergiversada y enfermiza verdad a una formidable mayoría de seres humanos y no se les dejó. Porque no se podía, porque no se quería y porque no se debía. Y una cosa es haber puesto un poco el trasero y otra las mejillas: sólo tenemos dos, y esto tiene pinta de que ambas ya están desgastadas.