Sin mancharse ni romperse,
tres viejos jarrones chinos,
tres vivos expresidentes,
tres juristas de prestigio,
tres personas de relieve,
tres vapuleados políticos,
tres personas elocuentes,
tres honorables patricios,
tres monclovitas de ayeres,
tres pagados de sí mismos,
tres cráneos inteligentes,
tres doctores en su oficio,
tres distintos caracteres,
tres cabezas de partido
tres caballeros potentes,
tres ejes del cambio unidos,
tres demócratas solventes,
tres lenguas de acero fino…
se han explayado, y con creces,
hablando del desafío
que supone, inútilmente,
el catalán cataclismo
del Puigdemont insurgente
si quiebra el orden jurídico
que a toda España protege.
Podemos estar tranquilos
de que sus insensateces
no van a enredar el hilo
del laberinto circense
en que solos se han metido
con su ley terrateniente
porque es un puro artificio
de ambigüedades non sense…
Eso es lo que nos han dicho
los «vocentones» pacientes:
González el sibilino,
Zapatero el leonense
y Aznar el diestro azorino.
Por tanto y por consiguiente,
esperemos que el conflicto
se resuelva buenamente
sin aplicar el Artículo
que prevee, si procede,
suspenderles, en principio,
la autonomía que tienen:
el ciento cincuenta y cinco
de la Ley que es ley de leyes…
y a ver si asientan el juicio
y el referéndum detienen
sus jodíos lechuguinos.
Derecho a decidir debe
usarlo todo vecino
y no sólo aquel que quiere
dejar a España hecha un cristo
por sus propios intereses,
por sentimientos sombríos
o por cuentos berengueres.
Tanto mirarse el ombligo,
tanto abusar de la gente,
tanto sublimar el tipo,
tanto porte incontinente,
tanto desliz y delirio,
tanto reto permanente,
tanto acercarse al abismo,
tanto ser parte sufriente,
tanto quejarse de vicio,
tanto ser intransigente,
tanto llenarse el bolsillo,
tanto superior creerse,
tanto dorado espejismo
y tanto tonto invidente
y tanto secesionismo
¿adónde va y quién o quienes
podrán quedar a su arbitrio?
Que se aclaren penalmente
sus yerros, cúmulos, nimbos
si en justicia lo merecen.
¿Les parece? Ya está dicho.
