Bieito Rubido

Entender el dolor de los otros

Entender el dolor de los otros
Bieito Rubido (ABC). PD

El verano de 1997 marcó el principio del fin de ETA. Tanto el secuestro de Ortega Lara como el asesinato de Miguel Ángel Blanco evidenciaron la irracionalidad y barbarie, además de cobardía, que el movimiento terrorista y nacionalista representaba.

Y ya se sabe que todo lo que va contra la razón, tarde o temprano, fracasa.

La actividad criminal de los etarras llena ya hoy, sin duda, una de las páginas más negras de la Historia reciente de España.

Dentro de cincuenta años, se avergonzarán los nietos de muchos artífices, directos o indirectos, de tan enorme indignidad.

Aquella contumacia y vesania no merecen más que nuestro desprecio, además de servir para poner en valor la democracia frente a la crueldad y la convivencia frente al odio.

Porque el odio es el embrión de la violencia. Por eso toda España clama hoy ante la bajeza moral de Manuela Carmena al evitar homenajear a Miguel Ángel Blanco, ya que en su vil asesinato se escenificó lo imprescindible que es defender nuestras libertades y derechos.

Lo que demuestran es lo poco que creen en la democracia y una baja empatía con el sufrimiento humano.

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