Antonio Casado

Rajoy, estabilizado

Rajoy, estabilizado
Antonio Casado. PD

Conociendo como conocemos a Rajoy, acertaremos si lo imaginamos encantado con las noticias de que su Gobierno es una jaula de grillos pasando por una etapa difícil. Vuelven los «chismes», luego cabalgamos.

Así debe estar percibiendo el presidente el repique mediático del consabido enfrentamiento entre la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, y la ministra de Defensa y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. Consabido, insisto, desde la noche de los tiempos del post-aznarismo. Tanto como la rivalidad del ministro de Economía, Luís de Guindos, con el reprobado ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.

Pero ni uno ni otro desajuste en el equipo de Rajoy ha impedido su difícil escalada hacia las cotas de estabilidad política y económica alcanzadas tras el respaldo parlamentario al techo de gasto para 2018 y la constatación de que el líder del principal grupo de la oposición, Pedro Sánchez (se lo dijo en su reciente encuentro en Moncloa), se toma con mucha calma la moción de censura.

Es lo realmente importante en el minuto y resultado del quehacer de Rajoy como presidente del Gobierno. Que al PSOE no le dan los números para echarle del poder. Y que los datos económicos le sonríen, hasta el punto de mostrarse dispuesto a subir el margen de gasto público en las autonomías y a bajar los impuestos a los españoles menos dotados.

Lo demás es geometría variable (la vida política se dinamiza por la falta de mayoría absoluta del PP) o «chismes» para saciar la voracidad de tertulianos y columnistas de moda. La corrupción, las reprobaciones de ministros, los reproches de que el Gobierno trata mejor a los evasores fiscales que a los contribuyentes, etc. empiezan y terminan en la esgrima parlamentaria, sin desbordar los límites del campo declamatorio.

Solo el conflicto catalán amenaza la cuenta de resultados del Gobierno Rajoy, una vez superado el año político más tonto de nuestra reciente historia (2016) y los peores efectos de la crisis económica. Nada nuevo puede decirse de este delirante viaje a ninguna parte que los antiguos convergentes de Artus Mas decidieron recorrer amontonados con los republicanos de Oriol Junqueras, salvo esperar a saber por donde van a tirarle el penalti al Gobierno del Estado. Entonces el Gobierno del Estado se lanzará hacia el mismo lado antes de que el independentismo marque el gol.

Todo ello a sabiendas de que los independentistas están hechos un mar de dudas y ni siquiera han decidido sobre quién y cómo va a lanzar el penalti. Lógico. Se juegan la carrera política, por riesgo de inhabilitación, e incluso el patrimonio personal, si lo que ahora no son más que anuncios o intenciones se formaliza con actos jurídicos recurribles. En estas circunstancias, hay dos figuras penales en busca de autor: sedición y la desobediencia.

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