Fermín Bocos

Gibraltar inglés

Gibraltar inglés
Fermín Bocos. PD

Dicho en el marco solemne del Parlamento británico reunido en sesión conjunta para escuchar al Rey de España, resultó encomiable escuchar a Felipe VI proclamar el deseo de que el secular contencioso por Gibraltar entrara en una nueva fase en la que visto que «los distanciamientos, rivalidades y enfrentamientos entre los dos países han quedado atrás» -palabra de Rey- «Esa misma determinación se redoblara para superar las diferencias en el caso de Gibraltar».

Encomiables palabras. Tan encomiables como inútiles. Gobierne quien gobierne en Londres, Gran Bretaña nunca nos devolverá Gibraltar. Todos los argumentos aducidos: desde los históricos -el enclave fue arrebatado a la Corona española en un acto de guerra (1704); a los que remiten al Derecho Internacional, Resolución 2353 de la ONU (1967)sobre la restitución a España del Peñón-. Los «escucharán silbando», como dice Boris Johnson, el desaprensivo ministro de AA.EE. británico a propósito de otro contencioso, en este caso, la deuda que el Reino Unido tiene contraída con la Unión Europea.

Hablamos del Peñón como la última colonia que resta en Europa y es verdad. Ese ha sido el argumento de oro del irredentismo español. Si solo fuera eso podríamos seguir planteando la reclamación aprovechando la inopinada ventaja diplomática que nos ofrece el «Brexit» visto que Bruselas tiene dicho que el marco de futuras negociaciones relacionadas con Gibraltar es estrictamente bilateral: España-Reino Unido.

Sin terceros. Pero si llamáramos a las cosas por su nombre deberíamos empezar por señalar que Gibraltar, amén de una colonia, es, sobre todo, una base militar británica. Y como tal y visto que el Reino Unido y España forman parte de la OTAN, entre «socios leales», como mínimo deberíamos aspirar a la cosoberanía. Con la misma convicción que digo que es de justicia que deberían de volvernos Gibraltar, escribo que no lo harán. Nunca.

Tienen instalado en el Peñón uno de los mayores sistemas de escuchas del mundo. Lo comparten con la Armada norteamericana cuyos navíos atracan en Rota, otra base clave en el control de la Puerta del Mediterráneo y el Norte de Africa.

Tan encomiable ha sido del discurso de Felipe VI ante el Parlamento de Westminster, como inútil su apelación a la «determinación» del Gobierno de Londres para resolver el contencioso. Durante la sesión, Theresa May, la primera ministra conservadora, parecía estar en otra cosa y a Jeremy Corbin, el líder laborista, en más de una ocasión las cámaras le pillaron dando cabezadas. Por desgracia, Gibraltar seguirá siendo británico.

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