Santiago López Castillo

Los mediocres se agrupan

Los mediocres se agrupan
Santiago López Castillo. PD

O es la canícula o es la fiebre amarilla. De pronto, este país que sólo lee el Marca, Rajoy al frente del pelotón, se ha hecho escritor. Han nacido cientos de Cervantes y de Shakespeares, qué tropa. Los insólitos creadores son locutorcillos de medio pelo que sin escribir una página a derechas se autodenominan «escritores», ah y hablan por las ondas con faltas de ortografía («punto y final» en lugar de «punto final», periodistas y «periodistos», vente en vez de veinte, número cardinal, más ese reparto del lenguaje sexista que les hace más progres y modernos de izquierdas. Sobresale una grosa locutora que por haber parido un libraco, o sea, unas hojas con pastas, y no de chocolate, se autodenomina autora, y se da un pisto que ni el manchego, e invita a los burriciegos creadores para que la adulen para seguir ella adulando. ¿Cómo tirarse un pedo sin atufar?, son algunos de los originales títulos que saca una pandilla de pringados para cosechar un minuto de gloria en la «literatura».

Por si fuera poco, la mantecosa autora va pregonando -en un acto de gran humildad- su primero y último libro en su santa emisora, anunciando dónde firmará libros como si fuera Pemán. Este trayecto de venta y compra de libros se practica en verano; se conoce que para disimular cuando la playa bosteza: «niño, deja de jugar con la pelota». Pregonan a los cuatro vientos que van a firmar a la Feria del Libro. ¿Quién? Ellos, los vigilantes de la playa.

Los mindundis de las emisoras, sálvese el que pueda, se aplauden entre sí. Hoy por ti, mañana por mí. Son profesionales del autobombo, destacando un locutorcillo de Intereconomía que, ¡oh!, ha escrito un libro como el que pare un ratón, y se anuncia a sí mismo con profusión de adjetivos calificativos, poco menos que Cela o García Márquez. Qué sería de estos advenedizos si hubieran publicado más de una veintena de libros (veinteavos para los incultos).

– ¿Cómo usted…?
– Déjelo usted en 24.
– Y con algún premio de renombre…
– Y perteneciente a la Cátedra Miguel Delibes de la Universidad de Valladolid. No sé si lo debiera decir.

Igual un día cojo el petate y desaparezco como hizo en su día un buen escritor con una buena novela, «La gaznápira», de Andrés Berlanga. Decía Papini que de joven leía para aprender y hoy leo para olvidar. Su seguro servidor de ustedes.

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