Ignacio Camacho

España: el futuro a la espera

El país va a tener que resignarse en este mandato a la ausencia de nuevas reformas estructurales y de acuerdos de Estado

España: el futuro a la espera
Ignacio Camacho. PD

EL largo ciclo electoral del año pasado demostró que España puede vivir bastante tiempo sin Gobierno. Mientras menos se la intervenga y manosee, más tiende la economía a alcanzar su velocidad de crucero. Por esa razón no resulta demasiado grave que el Gabinete de Rajoy se encuentre en minoría mientras logre obtener respaldo para los Presupuestos.

Por mucho que la oposición se empeñe, es imposible gobernar desde el Parlamento. Se pueden forzar comisiones de investigación, derogar leyes antiguas o incluso aprobar algunas nuevas pero el poder, una vez constituido mediante la investidura, es muy difícil de rendir por asedio.

Así, el presidente está dispuesto a aguantar al trantrán una legislatura en precario, con la estabilidad apuntalada en un único pacto. Resistirá hasta 2020, o al menos hasta 2019, si logra extender a las cuentas del año que viene la coalición presupuestaria que ha armado. Esta semana ha logrado volver a involucrar a siete partidos -el PP, Cs, el PNV, las dos fuerzas regionales canarias, UPN y el Foro Asturias- en la aprobación del techo de gasto.

Con esa alianza múltiple, incluso aunque se descolgase el diputado de Nueva Canarias, estaría blindado ante una eventual nueva moción de censura si no se apunta a ella el nacionalismo vasco. Eso sí, tendrá que sobreponerse a numerosas derrotas parlamentarias y, vista la actitud equidistante de Pedro Sánchez en la cuestión catalana, hacer frente al desafío de autodeterminación sin más apoyo claro que el de Ciudadanos.

A lo que el país va a tener que resignarse con este cuadro es a la ausencia de nuevas reformas estructurales y de compromisos de Estado. El regreso de Sánchez al liderazgo del PSOE los vuelve casi inviables durante este mandato. Los socialistas están demasiado pendientes de Podemos, que no dará el visto bueno a ninguna consolidación del sistema porque su proyecto consiste en derribarlo. Cualquier entendimiento socialdemócrata con el centro-derecha será estigmatizado por Pablo Iglesias de inmediato.

El empeño frentista del sanchismo, que trata de aislar al PP en una cuarentena de apestado, amenaza con bloquear los pactos sobre educación y pensiones, que necesitan un consenso amplio. Sánchez demostraría inteligencia y pragmatismo de luces largas si se desmarcase de los populistas en estos asuntos de enorme trascendencia estratégica para España, pero hasta ahora parece más centrado en los aspectos tácticos, las maniobras de desgaste y los pronunciamientos sectarios.

En teoría, esta clase de acuerdos transversales son más fáciles de trenzar en un Parlamento sin mayorías. Pero la izquierda, acostumbrada a dominar la arquitectura institucional desde su paradigma ideológico, tiende a ocuparse de ellos sólo cuando tiene la iniciativa.

Habrá que continuar esperando; en esta atmósfera de confrontación cainita, el futuro no tiene sitio en nuestra política.

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