Isabel Gallego

El lenguaje político actual: ¿Humo o propaganda?

El lenguaje político actual: ¿Humo o propaganda?
Isabel Gallego. PD

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias interpretaron esta semana el segundo acto de lo que ambos llaman un «espacio de interlocución preferente», algo así como una nueva etapa de entendimiento denominada «mesa de colaboración parlamentaria» que en palabras de la portavoz de Podemos, Irene Montero, ayudará a conformar un «gobierno alternativo» al del PP.

Los eufemismos de Montero fueron respondidos por la portavoz del PSOE, Margarita Robles, quien subrayó que «no podemos quedarnos en declaraciones programáticas», evidenciando una falta de sintonía incomprensible el mismo día que ambos partidos deciden diseñar una agenda común para echar al PP del Gobierno. Son dos declaraciones que demuestran la ambigüedad del lenguaje político, más destinado en este caso a desviar la atención que a explicar los principios.

El discurso actual es la mejor fotografía del panorama político. Los nuevos partidos han traido una dialéctica que tiene que ver con el señalamiento y las etiquetas: causas «blancas», buenos y malos, nosotros o la casta, la gente de este país, en lugar de los españoles Los eufemismos se utilizan para maquillar la realidad y envolver la ideología en un intento de no llamar a las cosas por su nombre.

Si los socialistas, en un requiebro para no querer apuntalar el pacto entre ambas formaciones, avanzaban que la reunión del martes era una más de una serie de encuentros al «ritmo adecuado a la gestión de los asuntos», los de la formación morada no se quedaban atrás en la tecnocracia del lenguaje al alabar la «mesa de colaboración parlamentaria» y «la normalización de unas relaciones que ya veníamos normalizando».

Es fácil caer en la melancolía de otras épocas en las que los diarios de sesiones recogían enriquecedores debates y es posible llegar a la conclusión de que el simplismo del discurso político va asociado a los estudios de mercado. Cierto es que cada momento precisa de una manera de comunicar y que el discurso de los políticos ha sido en muchas ocasiones objeto de análisis pero las expresiones que nos ha traido esta legislatura demuestran cómo el relato se ha empobrecido mientras las palabras se utilizan como dardos cargados de activismo.

Y es que la batalla de las ideas ya no se libra en los discursos si no en los términos. Todas las formaciones políticas y buena parte de los medios de comunicación han sido arrastrados por Podemos en esta escenificación ensayada en los platós de televisión durante años. Así, el resto de formaciones se desgañitan defendiendo que no son «casta», que ellos también son «demócratas» o que luchan por mantener la «agenda social», lo que supone asumir que la situación que Podemos denuncia con ese lenguaje -sea cierta o no- es una realidad.

El lenguaje sirve para crear realidades. Las cosas existen si se nombran y se definen en función del marco en el que se pronuncian. Por ejemplo, los norteamericanos pensaron que Nixon era un «chorizo» cuando se dirigió a la nación por televisión una vez destapado el Watergate y dijo: «No soy un chorizo». Lo recordaba

Jorge Solís en una crítica del libro del investigador en lingüística George Lakkoff «No pienses en un elefante». El norteamericano explica, según recoge el artículo, que cuando piensas que lo único que te faltan son palabras, lo que realmente te faltan son ideas» y afirma que todos los políticos han abandonado sus conceptos para argumentar con el lenguaje de Podemos.

Podríamos preguntarnos si hay una dialéctica anterior y posterior al nacimiento de Podemos. ¿Utilizaban los políticos españoles en sus discursos y declaraciones los términos «régimen del 78», «gente», «puertas giratorias» o casta antes del 15M? Parece que no.

Más allá de la estupidez de «la fiesta de la democracia» en día de elecciones, los giros barrocos, perífrasis, eufemismos o palabras distintas que quieren decir lo mismo, han sido ejemplos de la simpleza narrativa que ha ido aumentando a la vez que la desorientación se extendía entre los ciudadanos, huérfanos de discursos al otro lado del tablero político. «Minoría mayoritartia», «abstención sindicada», «tipificación alcista», son ejemplos de cómo enmascarar la realidad en una narrativa banal que, además, es modulada según el medio de comunicación en el que se participa. ¿Humo o propaganda?

NOTA.- Isabel Gallego Navarrete// asesora de comunicación y coach ejecutivo

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