Fernando Jáuregui

Malo, muy malo, cuando…

Malo, muy malo, cuando...
Fernando Jáuregui.

Hay muchas cosas que no me acaban de encajar en la marcha hacia nuestros abismos interiores. Porque me parece malo, muy malo, cuando…

-Los grupos parlamentarios de oposición se permiten, y pueden permitírselo, acusar al partido gobernante de haber montado una ‘policía política’.

-La gente se escandaliza al pensar que hay escuchas policiales ilegales y ex policías (o policías ya jubilados) que hacen negocios traficando con lo que saben en función de sus cargos. Y que los ciudadanos piensen que hay numerosos dossieres oficiales u oficiosos simplemente falsificados.

-Espían el despacho del ministro del Interior y no pasa nada. Se declaran secretos los informes que llevaron al cierre de un banco -perdón, a la venta por un euro- y no pasa nada. Se aborda, quién sabe por qué, el yate de un futbolista famoso y nadie informa de nada. Se compran urnas y se silencia quién es el vendedor.

Y es malo, muy malo, que…

-Alguien se permita echar el alto -o decir que lo ha echado, lo que no es del todo exacto- cuando la Guardia Civil y un fiscal anticorrupción acuden a un Parlamento regional, por muy catalán que sea, en busca de datos del personaje que encarna (presuntamente, claro) la corrupción oficial que durante años ha azotado a la Generalitat y sus satélites. Hablo, presuntamente, claro, de Germá Gordó, menudo presunto, pero podría hablar de otros bastantes.

-Los más altos representantes del Estado en un territorio, por muy catalán que sea, se atrevan a falsear la realidad, desoír la legalidad, violar todas las leyes de transparencia, manipular medios y quizá encuestas, desafiar a ese Estado.

-Se vuelva a hablar de Franco para lo que sea, de Companys para lo que convenga, del Ejército para advertir y que se citen muy frecuentemente unos artículos de la Constitución, los del palo, y no otros, los de la zanahoria. Y no hablemos ya de cuando se falsea, en estos mismo capítulos, la Historia.

-Un presidente del Gobierno central diga que ya no puede dialogar con un presidente autonómico, por muy catalán que sea, hasta que se haya producido el choque de trenes. Y lo peor es que seguramente tiene razón: no hay diálogo posible.

Y, por cierto, tampoco ayuda mucho el que…

-Se incrementen los rumores sobre posibles nuevas inculpaciones por corrupción en el campo de la política, en el del deporte y en el de la gran empresa. O quizá los tres sectores resulta que están entremezclados. Lo que, claro, no justifica la pena infamante que le cae encima a quien, por fin, es atrapado por la justicia: ¿quién avisa a las televisiones para que capten, es su obligación, las capturas? -Nadie intente atajar la demasía y el mal gusto de las redes sociales cuando gamberros (vamos a llamar así a los desalmados) anónimos se lanzan como cuervos sobre el cadáver de un juguete roto.

La verdad, pone uno una cosa de estas que cito tras otra, y los pelos se erizan, tiesos como escarpias. Y podría poner muchos más ejemplos de este ejercicio de la infamia nacional. Malo, muy malo.

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