Juan Pérez de Mungía

La farsa

La farsa
Robo, fraude, atraco, estafa. PD

En el mundo de los negocios se dice que el papel lo sostiene todo. En política vale aquello de que el relato substituye el hecho. Así, Trump ha inventado aquello de hechos alternativos, como si los hechos consistieran en su narración. Aunque sabe perfectamente que mentir es gratuito y que mentir facilita obtener algún beneficio, es raro que un ciudadano se moleste por conocer los hechos, porque habitualmente no puede confirmar o desmentir lo que afirman sus políticos o algunos conspicuos representantes de organizaciones sociales y humanitarias que se nutren de aquellos que dicen proteger. Como se dijo no sin sagacidad de Teresa de Calcuta, la famosa santa atea, que más que amar a los pobres, amaba la pobreza. Un síndrome de Diógenes inverso. Las expresiones de la farsa son múltiples. Así ocurre que quien dirigiera los cónclaves de Rodiezmo en los que se juntaba la nata y la escoria de la ideología socialista, el líder histórico Fernández Villa del sindicato de SOMA-UGT atesoraba 1,4 millones de euros producto de una estafa sobre los pensionistas de la minería asturiana. Otro ínclito representante de esta raza es Julio Llamazares quien defiende que haber atesorado capital no es incompatible con la lucha a favor de quien no lo tiene salvo, obviamente, que se confiscara el suyo. Así son las contradicciones. Eso sí, para defender los derechos de las mujeres, sólo valen mujeres u hombres que hayan renunciado a su deseo, y tal parece que para defender los derechos de los negros o de los marrones sólo deben reconocerse a miembros de comisiones que satisfagan los adecuados criterios raciales. Al parecer, hace falta ser judío para entender la violencia a los judíos y condenarla, y palestino para entender la violencia a los palestinos y condenarla. En este mundo de cínicos, el talento y el conocimiento experto sobra.

El ciudadano incauto que siente compasión por la desgracia humana o es sensible a las necesidades de otros y que está dispuesto a socorrer a cualquiera que se lo pida, contribuye a financiar al estafador y simpatiza con los Dioni o los Ruiz Mateos elevándoles a la categoría de héroes. Como jalea a los asesinos de Marta del Castillo o a los asesinos de Alcasser siguiendo sus peripecias. Las donaciones recibidas en razón de la rara enfermedad de Nadia Nerea pusieron finalmente al descubierto que Fernando Blanco, su padre, había ideado una estrategia para convertir a su hija en la fuente de sus ingresos, y en objeto presumiblemente de otros placeres, con la cooperación necesaria de su madre. ¿Quién va a presentarse para reclamar lo que donó de buena fe? La presidente de Madres de Plaza de Mayo, líder y fundadora Hebe de Bonafini ha visto cuestionada su reputación por estafa y fraude continuado y tuvo como socio a un criminal confeso que asesinó a sus padres, Sergio Schoklender. No le falta razón a quien delira, ni tampoco faltan buenas causas a un canalla cínico. Linda Sarsour defiende los derechos de las mujeres defendiendo la sharía que les condena a depender de sus maridos, padres o hermanos mientras carecen de libertad para expresar sus deseos y se excluyen a sí mismas de supuestas miradas lascivas tras el velo.

No parece existir ninguna causa que no se defienda apelando a la piedad del ciudadano común, estafando su confianza y sacralizando el delito como si fuera un episodio circunstancial de una práctica criminal continuada realizada con alevosía y premeditación. No es circunstancial en absoluto. La lista es infinita, y no carece de vestigios históricos, innumerables. Juana de Arco se servía de los oficios de Gilles de Rais, un pederasta y un pervertido, un asesino en serie de niños, niñas, de hombres y mujeres. El Papado está lleno de ejemplos característicos. Expresiones de este mal, de esa desgraciada condición humana, en mayor o menor grado, se encuentran bajo cualquier forma de corrupción, sea en los ERES de Andalucía, el fraude de la formación, la cultura canalla de los Bárcenas, los pactos de Jesús Gil con la mafia rusa años después de ser condenado por el derrumbe del club social de Los Ángeles de San Rafael, las terrazas de Aravaca de Pinto Fontán que custodiaba los amoríos de Jose María Mohedano con la peletera Nelsy Chelala, el flamante abogado del partido socialista, diputado en Cortes para el que cualquiera prometía antes de ser un mutante político el mejor futuro como defensor incuestionado de los derechos humanos. Tampoco es impropio de otros países. Dominique Strauss-Kahn, la brillante mente de la economía francesa, presidente in pectore, resultó estar a merced de sus impulsos, una debilidad que podía compartir con otros presidentes de Francia, como si para ser presidente se requiriera ser un depredador sexual. Valéry Giscard d’Estaing ha destinado su tiempo de presidente jubilado a narrar historias eróticas que respondían a sus pensamientos más íntimos y febriles producto de la abstinencia y discreción presidencial. En este caso, al menos, son puro relato, de viejo verde. Los vicios privados bien pueden tratarse en ocasiones como pecados públicos.

Estafadores ha habido siempre, pero la estafa menos tolerable es la mendacidad que con singular contumacia muestran algunos políticos. Parece que para confundir a la opinión pública, y administrar a sus militantes a sueldo, debe construirse un relato. Andalucía ha visto disminuir los recursos humanos de la sanidad pública, mientras crecía plantilla y sueldo de sus dirigentes. El supuesto agravio de la hacienda andaluza que se le reconociera a Chaves se ha dilapidado con creces con la corrupción. Y esto, en un sistema fiscal confiscatorio que condena a unos a la renuncia de la herencia y a otros a la dependencia de la subvención. No existe predominio político sin cultivo de la clientela y el nepotismo. El arte consiste en decir lo contrario de lo que se hace, hacerlo con convicción e impudicia, y desconocer quien de los servidores hace qué. ¿Quién va a detectar después de todo la farsa?

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