¡Oh qué azores
son los muchos asesores
con que cuentan los señores
de la política actual!
Dicen lo que les conviene
a sus jefes receptores
y así les hacen mejores
y eso parece normal.
Los encantos del Partido
al que sirven sin descuido
de su interés personal,
vienen a ser como flores
que les dan a sus labores
por un tanto nominal.
Pues ¡hala! a ser atendido
y que no le siente mal.
¿Sobran, quizás, asesores?
Seguro, pero también
sobran jefes malhechores
del deber a su sostén.
¿Habrá pronto un cambio justo?
Eso esperamos, y en tanto,
que se acabe ese disgusto
del cómo, dónde y por cuanto.
¡Oh país ineficaz,
que el que está al frente del ramo,
como yo aquí lo proclamo,
no nos cuente la verdad!
Está el pueblo soberano
a la espera pacientísima
de que resulte honestísima
su auténtica realidad.
(No por nada. Por sagaz).