EN las filas del PP vuelve a reinar la división. También en las del PSOE. Únicamente Ciudadanos y Podemos mantienen una postura clara en lo que atañe a la aplicación del 155. Los de Rivera, a favor. Los de Iglesias, en contra.
Los socialistas se debaten entre las súplicas de Iceta, partidario de ceder lo que sea con tal de no pasar por ese trance; los titubeos de Sánchez, hoy aquí, mañana allá, y la firmeza silenciada de andaluces o asturianos, alejados de la ortodoxia relativista imperante en el partido del puño y la rosa.
En cuanto a la formación que gobierna España, la lucha es encarnizada entre los más próximos al ideario original y los que conciben el poder como un fin supremo en sí mismo al que han de supeditarse los principios Groucho-Marxistas: «si no gustan al electorado o no convienen, tengo otros».
Entre hoy y mañana debe resolverse la batalla.
Bajo la guía espiritual de Pedro Arriola, perejil de todos los enjuagues destinados a pastelear, el bando apaciguador se decanta por suspender la aplicación del citado artículo a nada que Puigdemont evite declarar la independencia de un modo tan flagrante que impida mirar hacia otro lado.
En su lugar, convienen con el PSOE y con una facción del nacionalismo en propiciar la convocatoria de elecciones autonómicas y dejar que las urnas decidan si se dibuja otro escenario o seguimos en las mismas, con una sociedad demediada y una ínfima mayoría parlamentaria empeñada en arrastrarla al abismo de la ruptura.
El apaño sacaría al jefe de los golpistas del aprieto en el que se encuentra, manteniéndolo en su puesto junto a sus cómplices, con el único fin de posponer un conflicto inevitable.
MENSAJE DE ESPAÑA AL GOBIERNO RAJOY: «UN PASO ATRÁS, NI PARA TOMAR IMPULSO» https://t.co/M9dnexYWf9
— Alfonso Rojo López (@AlfonsoRojoPD) 26 de octubre de 2017
A cambio de ganar tiempo, se perpetuaría la actuación de unos medios de comunicación generosamente financiados por el contribuyente español para promover la secesión, un sistema de enseñanza enfocado al adoctrinamiento, con altas dosis de humillación, y un cuerpo policial autonómico al servicio de la causa independentista.
¿Qué clase de campaña podría desarrollarse en las actuales circunstancias? ¿Se frenaría desde el Ejecutivo a los jueces y fiscales que investigan los delitos cometidos en el transcurso de esta escalada suicida o seguirían adelante con sus actuaciones?
En caso de que así fuera, ¿imaginan ustedes el alarde de victimismo, falsedad y manipulación que desplegarían los separatistas a través de la formidable maquinaria de poder que controlan?
Las encuestas apuntan a que unos comicios celebrados en este clima darían la victoria a las huestes de Junqueras y Rufián, dejando en manos de Podemos la formación del gobierno.
Sería un nuevo cierre en falso. Una estafa perpetrada contra los millones de ciudadanos que han salido estos días a las calles de toda España para exigir que se cumpla la ley y se defienda la unidad nacional.
Un gravísimo desaire al Rey, que en dos discursos magistrales se ha jugado el tipo en defensa de la Constitución. Sería también un acto de cobardía que el PP pagaría caro, no solo con su desaparición del mapa electoral en Cataluña, sino con un descalabro en las generales llamadas a celebrarse en 2018, dado que supondría igualmente el fin de la legislatura.
La única salida digna al golpe perpetrado desde las instituciones catalanas es la activación inmediata del 155, con toda la severidad posible.
Antes de volver a votar, los catalanes tienen derecho a que el Estado les garantice un campo de juego limpio e igualdad de condiciones. Hoy por hoy es puro fango golpista.
Así es la propuesta ‘mágica’ de Pablo Iglesias para solucionar el conflicto con los furibundos separatistas
