Víctor Entrialgo de Castro

Ya es tarde

Ya es tarde
Víctor Entrialgo de Castro, abogado y escritor. PD

¿Hasta cuando Puigdemont seguirás abusando de nuestra paciencia? Esa es la pregunta que se hace el pueblo soberano español.

Pretendía venir al Senado a la hora que le viniera bien a proclamar la República delante de nuestras narices, reformar la Constitución y hacernos un brindis al sol, por no decir un corte de manga. Comprenderá que tamaña felonía para rubricar una Conjuración no puede tener otra terminación que la aplicación del derecho y el castigo de los responsables.

Puigdemont, que hasta el nombre tiene de monje, pasea sin hábito por el atrio de la Generalitat como podría hacerlo por Poblet, Santas Creus o Soto del Real, pensando si serán sus últimos pasos por tan reposante lugar, que él ha convertido en búnker.

Para llegar hasta aquí con su desafío y su Conjuración como la de Catilina, ha promovido innumerables revueltas de esclavos, enviado a Centuriones a buscar por medio mundo apoyos a su Conjuración con nuestro dinero, con el mismo que ha subvencionado la soldadesca de Asamblea Nacional Catalana y Omnium cultural y perdonado deudas con ayuda de la Colau.

Donde el franquismo decia una, grande y libre, los conjurados dicen, muchas, pequeñas y libertades, las que nosotros digamos.

Pero el problema ya ni siquiera es Puigdemont sino el ciclo histórico centrífugo que está viviendo España, del cual son responsables los separatistas y los atrevidos irresponsables de Podemos.

Ese ciclo exige un gesto de autoridad por parte del Estado, comienzo de un nuevo tiempo, una nueva ordenación, no sólo como respuesta frente a los golpistas sino también a quienes con su conducta, sus bravatas y su infinita responsabilidad, como Podemos, han apoyado a los enemigos del Estado.

Estos separatistas y revolucionarios de nómina, salón y subvención, con demagogia de garrafón, han estirado mucho la cuerda pero aunque uno estire por aquí y el otro estire por allá, esta estaca no caerá. Es una revolución de payeses que están fuera de su hábitat natural.

Han ido demasiado lejos y se apresuran a crear un Estado para tratar de emboscarse de la justicia aunque dificilmente soñaron nunca vivir mejor que en esta España que, de una vez por todas, tiene que dejar de pagar traidores.

Lo he escrito miles de veces. Bajo la falacia de la manifestación pacífica, esto no es más que una permanente provocación al Estado para que rompa algo a lo que agarrarse ¿O no es violencia provocar deliberadamente la violencia y el caos?

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