Charo Zarzalejos

Un día más de locura

Un día más de locura
Charo Zarzalejos. PD

Un día más de locura y ya van demasiados. Ya son demasiadas jornadas de espiritismo político, de un esperpéntico y peligroso juego de adivinanzas. Ya es demasiado tanto tirar de la cuerda, de las expectativas, de los puntos suspensivos. Y lo de este jueves, quedará en el recuerdo y en la nebulosa de informaciones que difícilmente se van a ver contrastadas de manera fehaciente.

Por la mañana, desde el propio gobierno catalán se anuncia convocatoria de elecciones. La comparecencia de Puigdemont se retrasa una hora y no se sabe si el pleno previsto para las cinco se celebra. De la convocatoria de elecciones y una vez que se reúnen las ejecutivas de los partidos que sostienen al Gobierno comienza a tomar cuerpo que no, que elecciones, no y se abre, entonces, la posibilidad de la declaración de independencia.

Puigdemont en una más que breve comparecencia dice que no convoca elecciones por el «afán vengativo del Gobierno del PP» que, al parecer, no da garantías suficientes –las que nunca tuvo, por cierto, el 1-O– para que esas elecciones se lleven a cabo. Puigdemont dijo haber agotado todas las posibilidades de acuerdo con Urkullu de por medio. Finalmente hubo pleno que a la hora de escribir estas líneas no había finalizado.

Pero a efectos de fondo, da igual. Puigdemont ya ha apretado el botón rojo del 155. No ha dejado resquicio alguno ni a los socialistas que, a pesar de todo y en palabras de Miquel Iceta, quieren mantener la esperanza, al menos los socialistas catalanes. En Ferraz no había ninguna.

Llevamos semanas esperando al último minuto. Siempre estamos en vísperas o en días históricos arrastrados por la ensoñación secesionista. Sí, ensoñación. Porque una cosa es ser y sentirse independentista y defender esa posición dentro de la legalidad y otra muy distinta el camino seguido por Puigdemont. ¿Cómo no iban a protestar todos aquellos que le han seguido cuando se hablaba de elecciones?. ¿Cómo no se van a sentir traicionados todos aquellos que arrastrados por la potestad de Puigdemont se quedan sin ni siquiera el símbolo de una DUI?.

La irresponsabilidad, la deslealtad y el engaño de los dirigentes secesionistas hacia los suyos propios no tiene parangón. No lo tiene porque ellos, mejor que nadie, sabían y siguen sabiendo que el camino emprendido iba a ninguna parte. Porque sabían y saben que ningún Estado se queda de brazos cruzados ante el riesgo de su desmembración. Su pecado no es ser independentistas. Su pecado es ir por la vida como si fueran Moisés que pudo abrir las aguas para salvar a su pueblo. Ni Puigdemont, ni Junqueras ni ningún otro dirigente secesionista es Moisés y en un estado de derecho, intentar abrir las aguas, es lanzarse al abismo.

La jornada del jueves, día 26 de Octubre, ha sido patética, vergonzosa e irresponsable y no hay que descartar que en las horas que quedan para dar luz verde al 155 haya algún que otro acto de espiritismo más. Todo esto ha sido el cuento de nunca acabar. Hubiera podido acabar de mejor manera: convocatoria de elecciones y vuelta expresa a la legalidad y a intentar la independencia, aquellos que la deseen, por las vías legales.

Y así nos quedamos: sin elecciones, sin vuelta expresa a la legalidad y no es seguro que también sin DUI que si se llega a declarar ya hubiera dado igual. De perdidos, al río y al 155 de cabeza. Puigdemont así lo ha querido.

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