Mensaje al independentista Puigdemont

Antonio Burgos: «Gracias, cagueta»

Gracias, porque has logrado que PP, PSOE y Cs pongan los intereses de España por encima de los del partido

Antonio Burgos: "Gracias, cagueta"
Carles Puigdemont en rueda de prensa desde Bruselas.

«Una unidad de desatino en lo universal» No, no de destino: de desatino.

DE entrada, perdón si la palabra es malsonante, pero así, «caganer» se llama la tradicional defecante figurita de todos los belenes de Cataluña, relacionada con asuntos de actualidad.

Supongo que el «caganer» de las próximas Pascuas será cambiado por otra figura no defecante, sino fugitiva, llena de jindama, de canguelo, de traición a los suyos en vez de dar dignamente la cara: el cagueta.

Que así llamamos en español a los cobardes y casa perfectamente con la tradición del «caganer».

¿Que quién es el cagueta? ¿Quién va a ser? El que después de dejar a Cataluña al borde del vacío incumpliendo la Constitución, derogando de hecho el Estatuto de Autonomía y saltándose todas las leyes, proclamó, pero poquito, la independencia y la República Transversal (¡toma ya cursilería!), y que como vio que aquello, como cuando las alcantarillas de Companys en 1934, no había salido bien, y que el Estado aplicaba toda la fuerza de la ley contra su insurrecta sedición y rebeldía, tiempo le faltó para salir de naja.

Sí, al que pidió a los funcionarios de la Generalidad que ofrecieran resistencia pasiva frente a la aplicación del artículo 155 de la Constitución que se habían saltado y en cuyas cortinas se habían limpiado, tras esconderse cobardemente tras el anonimato de las urnas para separarse de España, tiempo le faltó para quitarse de en medio. Esta vez las alcantarillas de la cobardía, a diferencia de las de 1934, pasaban por Marsella hacia Bruselas.

Él no lo sabe. Incluso se creerá un mártir y un héroe, pero el cagueta ha prestado grandes servicios a la España de la que se quería separar. «No sientas pena maldita/que la mancha de la mora/con otra verde se quita», sentencia la copla. En virtud de la cual, y aunque parezca contradictorio, tengo que dar las gracias al cagueta Puigdemont.

Gracias, cagueta, porque nos has permitido confirmar y volver a confiar en el supremo papel arbitral de la Corona, y en la firmeza de S. M. el Rey Don Felipe VI afirmando los supremos valores constitucionales de la Monarquía Parlamentaria.

Gracias, cagueta, porque has conseguido que el pueblo español, con sus banderas rojigualdas, desborde a los partidos políticos, y por dos veces, en la Plaza de Colón de Madrid y en el Paseo de Gracia de Barcelona.

Gracias, cagueta, porque has logrado que una ardilla, saltando de bandera de España en balcón en bandera de España en balcón, pueda ir de La Junquera a Cádiz sin tocar tierra.

Gracias, cagueta, porque han conseguido que la bandera nacional sea de todos los españoles y no sea necesario que gane la selección nacional de fútbol para que con todo orgullo la enarboles sin que te llamen facha.

Gracias, cagueta, porque nos has hecho ver que era falso el «la calle es mía» de los separatistas y que las calles de Cataluña son ya de todos los que viven y trabajan en esa querida comunidad autónoma con cuyos habitantes nos has reconciliado.

Gracias, cagueta, porque nos ha hecho distinguir entre los catalanes que se sienten españoles y los despreciables separatistas que tenían usurpada la imagen de esa constitucional nacionalidad histórica.

Gracias, cagueta, porque has hecho ver a toda la nación española que no hay dinero para pagar la entrega de la Guardia Civil y la Policía Nacional, y debe haberlo en los presupuestos para igualar sus sueldos con los de los mozos de escuadra.

Gracias, cagueta, porque has roto a Podemos en mil pedazos y tendencias.

Gracias, cagueta, porque has logrado que PP, PSOE y Cs pongan los intereses de España por encima de los del partido.

Y gracias, cagueta, porque nos has hecho ver que cuanto querías hacer de Cataluña era lo que el otro día decía don Francisco Olivencia en «El Faro de Ceuta»:

«Una unidad de desatino en lo universal».

No, no de destino: de desatino.

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