Francisco Muro

Una gran nación

Una gran nación
Francisco Muro de Iscar. PD

Uno de los objetivos principales de los nacionalismos y de los populismos para alcanzar el poder, por la vía que sea, es desacreditar las instituciones democráticas: las del Estado del que forman parte, en un caso; las esenciales de la democracia representativa, en el otro. En ese camino, unos y otros tratan de destruir los pilares de los Estados democráticos. Esos que en Europa y en España han conseguido, por primera vez en la historia, más de siete décadas de paz, unos estándares de libertad y de ejercicio de los derechos democráticos sin precedentes y la práctica desaparición de la miseria o con unos factores correctores que palían el abandono en el que vivían las clases más desfavorecidas hasta hace poco. Es evidente que hay muchos problemas, muchas cosas que corregir -corrupción intolerable, desempleo, brechas económicas y sociales- pero el nivel de vida medio ha pasado en muchos casos de la indigencia y el desprecio a un nivel soportable. Europa es un paraíso al que tratan de llegar los marginados del mundo, dispuestos a arriesgar su vida por conseguirlo.

De España podemos decir lo mismo. Hay muchos problemas sociales y políticos por resolver. En algunos casos nos siguen conociendo fuera más por los tópicos que por la realidad. Aunque millones de personas nos visitan cada día y conocen nuestro sistema de vida, muchos medios de comunicación internacionales acaban hablando de cosas que dejaron de existir hace décadas, el franquismo incluido. Siempre es más fácil recurrir al tópico que profundizar en la realidad. Sobre todo si no invertimos en contar fuera lo que hacemos dentro. Y si son algunos de los políticos «nacionales» los que impulsan estas mentiras, conscientes de que lo son, es más fácil el contagio. Bélgica pidió recientemente «garantías de nuestras prisiones y del trato que reciben los presos». Nuestras prisiones son mucho mejores que las belgas, nuestro sistema judicial tan garantista o más que el belga y nuestros jueces al menos tan independientes como los belgas.

Tenemos una educación universal, obligatoria y gratuita, aún con grandes defectos, que llega casi hasta la Universidad. Una sanidad pública envidiable y envidiada con profesionales de excelencia formados en el MIR y que tratan de quitarnos los países de nuestro entorno. Una Organización Nacional de Trasplantes, que copian y elogian todos los países del mundo, un sistema de Justicia Gratuita que defiende los derechos de los más desfavorecidos con eficiencia y que no existe así en ningún país de Europa. Algunas de las principales multinacionales españolas son líderes en el mundo y ayudan a que estemos entre las diez potencias económicas más importantes del mundo y la cuarta o quinta de Europa. Nuestra democracia, con todos sus defectos, permite que cualquier ideología, incluso las que quieren acabar con el sistema, puedan actuar libremente y con apoyos económicos del propio Estado. Nunca han tenido más libertad ni más derechos los ciudadanos españoles. Es cierto que algunos políticos, con sus excesos, o con su permanente intención de destruir la democracia y de romper el proyecto común, están contribuyendo a que creamos que no somos esa gran nación, moderna, libre y democrática. Pero lo somos. Y es responsabilidad de cada ciudadano contribuir a mejorarla, haciendo nuestro trabajo, denunciando los posibles delitos y apartando del camino a los que quieren romper lo alcanzado. Somos muchos los que hemos construido esta España y necesitamos a todos para hacer una nación mejor.

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