Si la deriva independentista catalana sigue adelante después del 21-D, auspiciada por una partidista e interesada ley electoral que a los nacionalistas nunca les ha interesado modificar proporcionalmente en relación a la distribución de escaños entre las cuatro circunscripciones electorales -que se corresponden con las cuatro provincias catalanas- , ley que favorece el cerril independentismo de Girona y Lleida (con menos votos, se pueden lograr más diputados) a costa de Tarragona y Barcelona, más opulentas, cosmopolitas, sensatas y con gentes de conocimiento más difícil de engañar, sobre todo la segunda, Cataluña entrará posiblemente en un proceso crónico de descomposición social.
Obviando al mundo de los políticos independentistas y de aquellos otros que, seguramente, exhibirán sus escaños, a pesar de su indefinición y ambigüedad calculadas, para convertirse en el aliado necesario de los primeros, teniendo en cuenta además que los mismos se mueven en la cosa pública con las espaldas cubiertas económicamente y chafardean hasta groseramente con el dinero ajeno, el mundo del trabajo y de las empresas, verdadero motor de un país, se resentirá inclusive en unos límites que aún no podemos calcular, sí imaginar por la huida y desaparición del trabajo y del capital.
Así las cosas, herido de muerte el proceso productivo y de la inversión, al conflicto secesionista se sumará una lacerante desigualdad social nacida del enfrentamiento que el procés ha cimentado de forma estéril, cobarde y sin inteligencia, pero con un daño tan incisivo para Cataluña que quizá se revuelva como un búmeran asesino contra los que lo fomentaron y defendieron para tratar de dinamitar el Estado.
Si Cataluña a partir del 21-D no se pone las pilas, si no se dedica a trabajar de verdad y sus habitantes a poner los pies en la tierra, si los electores catalanes continúan frívola e inconscientemente abducidos e ignorando lo que ven y lo que pasa, algo que es tan notorio como la vida misma, no pretendan después exigir lo que ellos no han sabido o querido proteger. No culpabilicen.
Y no olvidemos, que lo que los dirigentes independentistas ofrecen es aquello de que «todo cambie para que todo siga igual».
Que Barcelona no haya logrado ser la sede de la Agencia Europea del Medicamento, a la postre, será una mera anécdota en comparación con lo que ya está y lamentablemente se avecina en lo social.
Por cierto, en Italia, se habla de la dirigente de Ciutadans en Cataluña, como la política demócrata y libre, guapa, valiente, sin mácula de corrupción, una verdadera política de la libertad y del Estado de Derecho, que puede traer a Cataluña la estabilidad que tanto necesita.