«La sequía es una anomalía climatológica transitoria en la que la disponibilidad del agua se sitúa por debajo de lo habitual en un área geográfica. El agua no es suficiente para abastecer las necesidades de los hombres, animales y plantas que viven en ese lugar».
Estamos en sequía. Una sequia persistente y larga puede provocar la ruina de un área geográfica. Todos hemos leído como pueblos enteros han tenido que emigrar a otros lugares debido a que la sequia agotó los medios que les servían de sustento, En algunos casos nos hemos preguntado como civilizaciones muy avanzadas desparecieron de su ubicación de la noche a la mañana sin dejar rastro. Algunos estudiosos lo atribuyen a un periodo muy largo de sequía. Todos estamos de acuerdo en que la sequía es mala para el desarrollo normal de un país. Pero… ¿nos hemos preguntado si existen otras clases de sequías tan destructoras o más que las climatológicas? Veamos: la sequía climatológica nos avisa y es reversible y la madre Naturaleza se encarga de que así lo sea. Las sequías que a continuación enumeraré a veces han sido irreversibles y no se muestran a las claras, sino que son insidiosas; van entrando como un veneno entra a muy pequeñas dosis hasta que, por acumulación, produce la muerte, Hoy y desde hace años en Europa sufrimos de varias sequias que han ido entrando de forma casi imperceptible y que han ido socavando los pilares que, desde siempre, han constituido el ser y el sentido de Europa, y que, si no le ponemos remedio, acabaran con ella. Para comprenderlas y visualizarlas a través de la palabra, me voy a remontar más de dos mil años hasta el imperio romano.
No puedo precisar el orden de aparición de las sequías que destruyeron el imperio mejor organizado que conocen los siglos. Tampoco voy a enumerar todas, pero si las que considero hicieron más daño a Roma: UNA SEQUÍA ECONÓMICA brutal propiciada por la desaparición de la economía productiva sustituida por la especulativa, lo que dio lugar a una plutocracia que hizo desaparecer paulatinamente a la clase media, esa que, mediante la laboriosidad y el trabajo productivo, creaba riqueza. Al mismo tiempo esa plutocracia, incapaz de generar trabajo y para evitar revueltas, creo el más gigantesco sistema de asistencia pública que imaginarse puedan. Millones de romanos en todo el imperio malvivían – pero vivían – de la «Annona», el equivalente a nuestra asistencia social que les proporcionaba lo que ahora se está dando en llamar «Renta Básica Universal». Al alcanzar la mujer romana el más alto grado de liberación conocido en el mundo antiguo e incluso en este mundo moderno – Me rio yo de la liberación femenina de este siglo en comparación con la que disfrutaban las féminas romanas – se negó a la maternidad y esto, posiblemente acompañado de un empobrecimiento de la raza, sumió a Roma en una SEQUÍA MONUMENTAL DE NATALIDAD causando estragos demográficos en la sociedad romana que no tuvo más remedio que llenar los vacíos demográficos con los bárbaros (extranjeros). El culto desaforado al sexo hizo llegar una SEQUÍA DE AMOR y respeto entre las uniones que se refleja en los múltiples divorcios y adulterios. Como consecuencia de ello una SEQUÍA DE LA FAMILIA que había sido uno de los pilares – si no el fundamental – sobre los que se levantó el imperio romano, resquebrajó de arriba abajo el edificio imperial. La SEQUIA DE LOS VALORES Y PRINCIPIOS que habían hecho del pueblo romano el más poderoso del mundo, provocó una SEQUÍA DE IDENTIDAD en la que se perdieron los ciudadanos que se buscaban y no se encontraban y que les hacía creer en todo aquello que venía de fuera. Una de las peores sequías que, como plaga bíblica, fue convirtiendo en barbecho al imperio fue la SEQUIA DE LA EDUCACIÓN. El descrédito de ella y el de los maestros fue de tal calibre que eran representados en el teatro como personajes e instituciones peligrosas y traidoras. No digamos de la SEQUÍA DEL FUNCIONAMINETO DE LA JUSTICIA de la que Vespasiano llegó a decir que «…había más litigios de los que podía resolver y cuyas resoluciones llevaban al ciudadano toda una vida». La SEQUÍA DE VIRILIDAD provocada por una homosexualidad que llegó a convertirse en símbolo de progreso y cultura, ablando a los varones que renegaron de las virtudes varoniles y como consecuencia de ello desmantelaron las otrora victoriosas legiones romanas que tuvieron que ser recompuestas con foráneos, soldados de fortuna y mercenarios. ¿Les suenan algunas de estas sequías con las que están presentándose en Europa de forma insidiosa?
Las sequías que de forma periódica nos envía la madre Naturaleza, las hace desaparecer ella misma. Las sequías que creamos los hombres con nuestra estupidez son imposibles de hacerlas desaparecer porque esa misma estupidez, característica del hombre nos impide ver – mucho menos comprender – como se van instalando poco a poco y como una vez instaladas, causan la ruina.
España es uno de ejemplos más claros de sequía climatológica y de las otras. Los españoles hemos olvidado el dicho popular: «África empieza en los Pirineos» a efectos climatológicos, naturalmente, y las sequías aparecen cada número de años. La otra sequía es la sequía de los distintos gobiernos que, desde que empezó la democracia, nada han hecho para prevenirlas. España tiene la desgracia de las sequías climatológicas, pero también de las sequías de responsabilidad, decisión, determinación, ingenio, generosidad e inteligencia de los políticos para prevenirlas. Los distintos gobiernos que durante 40 años se han alternado en España nunca han llevado a cabo un plan hídrico e hidrológico serio y eficaz. Dedicaban tanto tiempo a los intereses propios y de partido que no les quedaba tiempo para ver que la piel de toro se estaba cuarteando y quedando más seca que el ojo de un tuerto.