Manuel del Rosal

Fiat panis, fiat lux

Fiat panis, fiat lux
Manuel del Rosal García. PD

Vivimos en un mundo terrible. Una mitad del planeta muere de hambre y la otra mitad de colesterol. Jesús Quintero, el loco de la colina

Acabo de leer la revista de la ONG Manos Unidas de la que soy suscriptor. Habla entre otras cosas que deberían avergonzarnos a todos, del hambre en el mundo y de la desnutrición. El último informe de la FAO de septiembre de este año dice que 815 millones de personas padecen hambre en el mundo, que esta ha aumentado en los diez últimos años y que esos millones representan el 11% de la población mundial; añadamos a esto que más de 1.000 millones están desnutridos y así podremos representarnos el panorama que esta sociedad de progreso hasta la náusea, de tecnologías insospechadas hace unos años, de avances «sociales» como nunca, de tolerancia, igualdad, buenismo, solidaridad y demás monsergas, milongas, tangos y música para canarios ha dibujado entre el pasado siglo y el actual. A esto añadamos lo que la OMS ha dicho en su último informe sobre la obesidad en el mundo – en el mundo rico, naturalmente: 900 millones de personas sufren obesidad. Desconozco si en esta cifra está incluida la obesidad infantil.

La FAO, que es uno de esos organismos creados para erradicar los males de nuestro mundo, pero que, al igual que otros organismos, no los erradica porque está creada por quienes organizan el mundo para que haya hambre; ha encontrado – ¡¡por fin!! – la solución al hambre. En el año 2013, tras realizar un estudio carísimo, cuyo precio podría haber servido para erradicar el hambre en algún lugar durante varios meses, se dejó caer con que los insectos serían la solución a la hambruna dado su potencial alimenticio por su alto contenido en grasas, proteínas, vitaminas, minerales y fibras. Como ejemplo pone al gusano de la harina cuyo contenido en vitaminas, minerales y proteínas, es similar al de la carne y el pescado. Es decir que, según la FAO, dejemos que la harina se pudra y comamos su gusano, si puede ser, cocinado por un tres estrellas Michelin. Fue decir eso y los humildes insectos empezaron a alcanzar cotas de popularidad insospechadas, cosa que no se escapó a los mercaderes de siempre para elevar sus precios, ni a los chefs de categoría para incluirlos en sus menús carísimos. Fíjense que hasta en ese bodrio de reality show donde se humilla a los participantes – incluso si son niños – hasta cotas insoportables para gente normal, llamado Máster Chef, en el que se hace de todo menos cocinar, ya se reta a los concursantes a cocinarlos y comerlos, mientras los del jurado, con la boca retorcida en un gesto imposible de definir, los mastican alabando todas sus virtudes. Naturalmente las gentes, para no estar fuera de onda y presumir de modernez, comenzaron a introducir en sus dietas esos manjares exquisitos. En fin, que desde el año 2013 el precio del kilo de orugas, arañas, hormigas, gusanos etc. se ha disparado y ya cuesta más un kilo de insectos que un kilo de un 5J gran reserva. Así que lo que en el 2013 era baratísimo, ya no lo es y la FAO no puede combatir el hambre con dietas carísimas de insectos. Tendrá que realizar otro estudio que le llevara meses o años y por el que pagará muchos miles de euros, mientras el hambre sigue aumentando para vergüenza de la FAO y para vergüenza de todos los que, mientras los otros mueren de inanición, engordamos como cerdos y tiramos millones de toneladas de alimentos que desechamos.

FIAT PANIS es la leyenda que figura en el logo de la FAO. Traducido al español quiere decir: «HÁGASE EL PAN». Desconozco si la FAO hace pan para combatir el hambre, pero si lo hace, que sería lo suyo, falla en hacerlo llegar a los millones de hambrientos de este mundo de progreso. Tanto las ayudas de la FAO como las de las ONG cuando llegan a los que padecen la hambruna, llegan tan escuálidas, tan secas, tan famélicas, tan en los huesos que difícilmente sirven ni siquiera para preparar una sopa caliente que quite las telarañas de esos desafortunados hombres, mujeres y niños. Y esto es así porque durante el trayecto desde su salida del país rico hasta su llegada al país pobre, van perdiendo peso y cantidad sin saber donde y cuando se perdieron. Y ustedes dirán que a que viene esto. Pues viene a que la Navidad llama a nuestras puertas y en estos días nos vamos a atiborrar de comida casi hasta el vómito y vamos a tirar al vertedero toda la sobrante que se calcula en millones de toneladas, que vamos a consumir hasta lo no consumible para lo cual, si es necesario se pedirán créditos, que se renovarán pasadas las fiestas para hacer las consabidas dietas de desintoxicación de tanta comilona en un ejercicio de estupidez absoluta. Mientras, muy cerca de nosotros, millones de seres humanos no podrán llevarse a la boca ni un poco del sobrante que nosotros tiramos al vertedero. ¡Y eso que es Navidad! Esa fiesta entrañable que ha sido reciclada en fiesta del consumismo más atroz. Esa fiesta que perdió hace tiempo el llamado «Espíritu de la Navidad» que tan maravillosamente describió Charles Dickens en sus novelas, y que desgraciadamente ha sido sustituido por el consumo sin espíritu. Una navidad en la que Papa Noel ha sido desplazado por Amazon y los Reyes Magos por el Corte Inglés. Una Navidad en la que, mientras nosotros nos atiborramos de manjares, al lado y muy cerca hombres mujeres y niños carecen del mínimo necesario para vivir. Esta es la sociedad que hemos inventado desde la perversión de palabras como solidaridad e igualdad con las que tapamos nuestra inacción para evitar hambrunas que, como siempre, sufren los más débiles.

Dios, al crear el mundo pronunció la frase FIAT LUX que traducida nos dice «Hágase la luz». Así quiso separar la oscuridad de la luz y con ella iluminar el mundo creado, pero también quiso llevar la luz al entendimiento y al corazón de los hombres. Miles de años después el entendimiento y el corazón del hombre están dominados por la oscuridad de su codicia, ruindad, mezquindad, envidia y falta de amor. Ni siquiera la Navidad está revestida de más luz que las luces de neón que iluminan las calles y los edificios como una muestra más de la soberbia y la vanidad del hombre, no de su caridad, no de su amor.

Termino con una frase que leí en algún momento en algún libro. Más o menos decía así: «Tuve hambre y os reunisteis cientos de veces para hablar sobre mi hambre. Estuve enfermo y redactasteis miles de informes sobre mi enfermedad. Estuve sin techo viviendo a la intemperie y convocasteis seminarios para discutir sobre ello. Después de cientos de reuniones, de miles de informes y de infinidad de seminarios, sigo con hambre, estoy enfermo y carezco de un techo donde cobijarme»

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