Manuel del Rosal

Justicia low cost

Justicia low cost
Manuel del Rosal García. PD

«Es justicia, no caridad lo que está deseando el mundo» Mary Shelley, escritora inglesa conocida sobre todo por ser la autora de la novela Franskestein.

Según sus familiares y amigos, era un buen chico. Era extrovertido, inteligente, normal, que nunca causaba problemas. Había publicado, en unión de sus compañeros de estudio un trabajo titulado «Mejoría del dolor articular en un cuadro depresor concomitante tratado con duloxetina», lo cual debe ser algo fantástico y que habla de la excelencia del chico. Lo que no decían sus familiares y amigos era que – seguramente debido a su buena posición social y económica – nunca tuvo que enfrentarse a un autocontrol y a la aceptación de una frustración.

Ese día vio como se frustraban sus deseos ante la negativa de Nagore a tener relaciones sexuales plenas y este chico excelente no pudo soportarlo, ni aceptarlo ni superarlo. Como todos los que se creen con derecho a todo tan solo por el hecho de haber nacido, este chico extrovertido no permitió que Nagore le dijera no. Este chico normal, abusando de su ventaja física, quiso obtener por la fuerza – 38 heridas internas y externas tal como acreditó la autopsia – lo que Nagore se negó a concederle, y este chico, que nunca causaba problemas, la mató. Y, como todos los cobardes carentes de sentimientos y anegados de egoísmo, planeó eliminar el cuerpo del delito. Llamó a un amigo para que le ayudara a desprenderse del cuerpo de Nagore. Y viendo que el amigo no lo aceptó, fríamente, con cálculo, y con determinación probó a descuartizarlo, viendo que no podría, la despojó de las joyas que portaba, envolvió el cuerpo en bolsas de plástico, salió a por el coche de su padre, lo introdujo en el garaje de su vivienda, subió al piso, bajó el cuerpo exánime de Nagore, lo introdujo en el coche, condujo este hasta una zona boscosa próxima a Orondritz a 35 km. De Pamplona, abandonándolo allí, no sin antes ocultar las joyas, una tarjeta de crédito y un dedo que, previamente le había cortado no se sabe con que intención. Para ser un buen chico, un chico normal, inteligente, extrovertido, que nunca causaba problemas; no está mal.

Doce años de cárcel por privar del mayor bien que toda persona posee: su vida, a la joven Nagore. Doce años que se han quedado en ocho por aporta eximentes como estar bajo los efectos del alcohol, cosa que no le impidió actuar de forma concienzuda, pormenorizada y clara para deshacerse del cuerpo, y por «buena conducta» en la cárcel; en la cual, y durante su estancia, no había matado a nadie, ni se había atiborrado de alcohol.

Madrid, avenida de Filipinas 50 y 52. Clínica del doctor Carlos Chiclana. En el directorio vemos la fotografía y el nombre de ese chico excelente, extrovertido, normal e inteligente que mató brutalmente a la jóven Nagore de 20 años: José Diego Yllanes. Y uno se pregunta que filtros emplea Sanidad para evitar que personas como José Diego sigan ejerciendo como médicos, además en psiquiatría; que parámetros ha empleado la justicia para permitir que este señor, tras su execrable crimen esté en libertad. Las gentes del común nos hacemos preguntas lógicas que nunca son contestadas. Y a veces, cuando son contestadas, es peor. Dicen que este médico tiene derecho a rehacer su vida, cuando le quitó el derecho a la vida a una joven de 20 años. Dicen que tiene derecho a una oportunidad cuando él no le dio ni la más mínima oportunidad a Nagore. Dice el señor Chiclana director de la clínica que le ha dado la oportunidad que: «No pasa consulta, tan solo realiza trabajos de investigación» Y una vez más nos preguntamos las gentes del común: «José Diego Yllanes está para investigar o para que lo investiguen a él»

A veces, en España, la justicia resulta más barata que un vuelo de Ryanair.

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