Carlos Rubio Romo

Nos están matando

Nos están matando
Carlos Rubio Romo

Como en las anteriores once navidades en casa de la familia Salas García, Juanjo no podrá ayudar a su mujer a poner la corona de adviento. Ni el belén. Ni el árbol.
No podrá preguntar ni a Ricardo ni a Laura ni a Beatriz ni a Roberto, el pequeño de sus cuatro hijos, qué tal va todo.
No podrá echar una mano en la cocina.

De su boca no saldrá la estrofa de ningún villancico.

Juanjo no puede andar. Juanjo no puede hablar. Juanjo no puede oír.

María Rosa, su mujer, y sus cuatro hijos no le han dejado ni un segundo desde que el 4 de febrero de 2006 sobre las siete de la mañana y mientras cumplía con su trabajo, un criminal le lanzó una piedra a la cabeza que le dejó inconsciente. Justo después de que su cabeza chocara violentamente contra el suelo, otro criminal continuó golpeándola con saña mientras todos gritaban: «¡perro, cabrón, nos lo hemos cargado!»

El agente 22.424 de la guardia urbana, Johny como le llamaban sus colegas, nunca volvió a ser el mismo. Quedó en «estado vegetativo persistente», con un «importantísimo» perjuicio estético y en situación de gran invalidez. Sufrió una contusión fronto-bilateral, traumatismo craneoencefálico grave, hematoma subdural pemporopolar, focos de hemorragia subaracnoidea tentorial traumática, fractura occipital y de peñasco derecho, y signo de hipertensión endocraneal.

Ésta será la Navidad más triste de la familia Laínez. Víctor ya no está. Les han robado el regalo de su bonhomía y de su sonrisa.

Sus amigos nunca volverán a compartir excursiones moteras con él.

Sus vecinos del barrio de La Magdalena, de Zaragoza, no volverán a disfrutar de su conversación ni de su buen humor. Su imagen de tío grandote, corpulento, paseando por sus calles en una Harley no será ya más que un recuerdo en su memoria porque el día de la Inmaculada, un asesino le golpeó con una barra de hierro en la cabeza. Por la espalda. Cobarde. No se atrevió a ir de frente. Rata.
Traumatismo craneoencefálico.

Ya inconsciente en el suelo, el asesino le propinó fuertes golpes en la cabeza que le provocaron la rotura de los huesos propios de la nariz y zonas adyacentes. Cuatro coágulos en el cerebro. Coma inducido por los médicos para intentar obrar el milagro, pues de eso se trataba, porque el diagnóstico era muy pesimista. Tres días después sobreviene la muerte cerebral.

El asesino de Víctor es el mismo que dejó tetrapléjico a Juanjo Sala: Rodrigo Lanza Huidobro.

La estética de ese asesino es la de todo guarro que se precie: pelo rapado por los laterales, rastas cayendo por la espalda, camisetas de grupos siniestros de música degenerada, aros «amazonianos» en las orejas, piercings en los labios. Pero lo que más impresiona cuando ves sus fotos es la frialdad de su mirada. Un odio de hielo.

Su foto apesta. Como el resto de su piara, se ve que está absolutamente enfrentado con el gel y el champú.

Y como el resto de su piara, se dedicaba a asaltar propiedades privadas para convertirlas en pocilgas donde los guarros viven a costa de los impuestos de los trabajadores españoles.

En el juicio al asesino por el atentado contra Juanjo Sala, el Tribunal Supremo le condenó a cinco años de prisión como autor de un delito de «lesiones dolosas en concurso ideal con otro de lesiones imprudentes y otro de atentado». Su abogado fue un etarra, Gonzalo Boye, chileno como el asesino y condenado a catorce años por colaboración con ETA en el secuestro de Emiliano Revilla.

Esa situación surrealista es el paradigma de la (in)Justicia en nuestra patria: un etarra convicto ejerciendo de abogado y un asesino condenado a una pena de risa.

Hay que decirlo sin rodeos: la (in)Justicia en España ampara al criminal y se burla de las víctimas. Todos los derechos para los asesinos y la más vergonzosa humillación para las víctimas. Condenas insignificantes para los delincuentes y condenas perpetuas para las víctimas que, además de sufrir las consecuencias de los crímenes para el resto de sus vidas, deben cargar con el desprecio con el que una y otra vez les trata el sistema de (in)Justicia de esta presunta democracia.

Ahora que algunos medios (pocos) y algunos políticos (pocos) se llevan las manos a la cabeza intentando entender un asesinato, hay que decirles que se veía venir. El asesinato de Víctor no es obra de un desquiciado. Ni un hecho aislado. Ni algo improvisado. Las agresiones violentísimas en la calle, sin mediar provocación y en manada se vienen produciendo desde hace mucho tiempo. Cada vez más frecuentes. Cada vez más violentas. A jóvenes, a mayores. En toda España. Algunos casos han saltado a la prensa, pero la mayoría o no se denuncian por miedo o se denuncian pero no son conocidos del gran público.

El 12 de octubre de 2012, una piara de sepaRATAS catalanes ataca a un padre acompañado por sus hijos por el «delito» de llevar una bandera nacional. Las imágenes de la niña pequeña en brazos de un policía que le salvó de una agresión segura dieron la vuelta de los informativos.

Lérida, 23 de abril de 2014, día de San Jorge, una banda de criminales ataca el puesto de la asociación «Lleida identitaria» arrancando la bandera nacional que llevaba puesta todo el día, destrozan todo el mobiliario y agreden salvajemente a los miembros de la asociación que se encontraban allí.

Finales de abril de 2016, Ricardo, 49 años, iba acompañado por su hija en Carabanchel cuando una turba de quince criminales le interpeló al grito de «nazi de mierda, te vamos a matar». Su delito era tener una bandera de España cosida en su chaqueta. Sin importarles la presencia de la menor, le propinaron una paliza escalofriante. Hasta le dieron con dos monopatines en la cabeza. Uno de ellos le dio con la tabla en la oreja y otro en la nuca. Sufrió un fuerte traumatismo en la nuca y cortes en la oreja. A día de hoy continúa con un pitido constante en el oído que le obliga a mantener un tratamiento con el otorrino.

El 22 de enero de 2017, diez criminales patean a una chica de veinte años en Murcia por llevar una pulsera con la bandera nacional. Un diente roto y magulladuras por todo el cuerpo.

El 2 de junio de 2017, Pablo pasea por el barrio de Malasaña en Madrid con dos amigas. Lleva un polo con la bandera nacional en cuello y mangas. Cuatro criminales le rodean, le insultan y el más joven le arrea un puñetazo en la nariz que le desvía el tabique. Le persiguen lanzándole botellas y amenazándole de muerte si le cogen. Pablo se refugió en un portal y eso le salvó la vida.

El 14 de junio de 2017, en la zona de El Muelle, en Gijón, un joven que lleva un polo con la bandera nacional es agredido por un criminal que le propina varios puñetazos en la cara mientras le gritaba «me da asco esa bandera que llevas, facha de mierda».

En Palma de Mallorca, el 30 de noviembre de 2017, un guardia civil fuera de servicio es salvajemente agredido por cinco criminales que le parten las gafas y le causan magulladuras por todo el cuerpo. ¿Su «delito»? También muy «grave»: llevar un polo con la bandera nacional.

Todos esos no son más que unos pocos ejemplos de un verdadero terrorismo organizado que tiene su brazo ejecutor en las bandas de guarros de distintos pelajes marxistas que pululan por toda España y su brazo ideológico en PoTemos y organizaciones de la misma órbita como las CUP en Cataluña, Izquierda Castellana en Burgos y diversos grupúsculos marxistas-separatistas en el resto de España. Además, hay todo un comando mediático de periodistas(?) como Julia Otero, Jordi Évole, la Sexta, el Plural, TV3…prestos siempre a poner en tela de juicio la actuación de la policía, a mostrar la más exquisita indulgencia frente al terrorismo de extrema izquierda, a colgar rápidamente el dichoso sambenito de «fascista» a cualquiera que se sienta patriota, a recuperar el famoso «algo habrá hecho» tan querido por la ETA para justificar sus asesinatos. Ellos, tan estupendos y tan «guays», tan engolados en su discurso como fanáticos en su ideología. Tan progres y, por lo tanto, según ellos, tan superiores moralmente, con derecho de vida y de muerte. Ellos, tan pijo-burgueses, tan amamantados en las ubres corruptas del Sistema, que para hacerse perdonar por las hordas anarquistas y comunistas no duden en etiquetar de «facha» al adversario y, por tanto, marcar a la próxima víctima para que cualquier comando de guarros sepa a quién atacar. Ellos, tan miserables, que prefieren subrayar la afinidad de Víctor con la Falange para, así, justificar de tapadillo su muerte: ¿cuándo, según su mente pervertida, la vida de un «facha» ha merecido la pena?

Y luego está la mayoría mediática acomplejada que nunca, pero nunca, mencionará la ideología marxista, ultraizquierdista, de las bandas criminales que atentan en España. Tienen miedo de la verdad, no sea que se les estigmatice con el adjetivo maldito: «facha». Preferirán llamarles «radicales», «antisistema», «anticapitalistas», «ocupas». Todo es bueno con tal de esconder la verdadera naturaleza de la ideología marxista: criminal y asesina. Preferirán hablar de «violencia» cuando lo que ha habido es un asesinato.

¡Callan como muertos cuando se hacen públicos los informes sobre crímenes ideológicos por odio en España! Más del 85% de las agresiones basadas en ideología han sido perpetrados por bandas de extrema izquierda. Y esa cifra no deja de aumentar. Cada vez mejor organizados. Cada vez con más contactos internacionales. Amparados siempre por PoTemos y demás ralea marxista. Envalentonados por la inacción del Sistema. ¡¡¡Chssssssss, no digas nada!!! Eso sí, los medios acomplejados y apesebrados prefieren hablar en bucle de algún skinhead al que pillaron levantando el brazo en un pueblo perdido de Renania-Palatinado y presentarlo como el mayor peligro para el planeta Tierra…

PoTemos es culpable de este asesinato. Son sus avalistas ideológicos. Los inductores intelectuales. Los teorizadores de la «lucha revolucionaria» que, traducido al español, no es sino terrorismo. La mecha que prende la bomba. Una larga trayectoria de vilezas corrobora lo anterior pues apoyaron a Lanza después de haber dejado tetrapléjico a Juanjo Sala. Apoyaron a Bódalo después de agredir a una mujer embarazada simplemente por querer ejercitar su libertad para trabajar. Apoyaron al filoterrorista «Alfon» detenido el 14 de noviembre de 2012, con un artefacto «explosivo-incendiario» con metralla incluida, de una potencia suficiente para causar daños graves. Apoyaron a los terroristas de Alsasua que, una vez más en manada, a punto estuvieron de matar por linchamiento a dos guardias civiles.

PoTemos ha alimentado el odio. PoTemos ha cobijado a los criminales. PoTemos ha justificado cada atentado de sus polluelos o ¿acaso no fue Pablo Iglesias el que se emocionaba (sic) al ver cómo la turba agredía a un policía antidisturbios de Madrid? ¿No era Pablo Iglesias el que se conmovía (sic) ante esa «expresión de rabia»? ¿No nos acordamos cuando hace apenas cuatro años, ese aprendiz de Stalin con coleta llamaba a «cazar fachas» o a poner en marcha la «justicia proletaria»? ¿No apoyaron Iglesias y Colau el documental «ciutat morta» donde se afirmaba claramente que la detención del asesino Lanza fue un montaje policial con torturas incluidas?

La gente de bien llora sin excepción la muerte de Victor. ¡Honor a ellos!

Pero también los sepulcros blanqueados, los cómplices por omisión e incluso por acción.

¡Hipócritas!

No queremos vuestras lágrimas de cocodrilo ni vuestros lamentos farisaicos. Vuestros discursos ampulosos y vuestras condenas inútiles. Vuestros comunicados hueros y vuestros minutitos de silencio.

Los mismos socialistas a los que no se les cae de la boca las palabritas «facha«, «fascista«, «franquista» como sinónimos de especie maligna a exterminar. Los mismos peperos que contribuyeron a la creación de PoTemos y que lo mismo les ríen las gracias o se marcan un baile con su portavoz delante de las cámaras de televisión, encantados de haberse conocido y compartiendo privilegios y mamandurrias de casta corrupta. Los unos y los otros han alimentado a la bestia.

Ese saco descerebrado henchido de odio y revanchismo que es zETAp no abrió la caja de Pandora como a veces se indica erróneamente. Más bien, dio voz y resonancia a lo que la izquierda mal llamada moderada ha pensado siempre. Al fin y al cabo, son los herederos de Largo Caballero, de los asesinos de Calvo Sotelo y de una parte importante de los torturadores chequistas durante la cruzada de liberación.

Nadie, y menos aún el gobierno pepero, reaccionó cuando el siniestro Pablo Iglesias alentaba a su rebaño a ir «a la caza del facha». Nadie, y menos aún el gobierno pepero, reaccionó cuando las agresiones hispanófobas se multiplicaban por doquier: Murcia, Navarra, Asturias, Cataluña, Madrid.

De toda la Casta, el único partido que ha guardado la dignidad, se ha sacudido los complejos y ha resumido el sentir de millones de españoles ha sido Ciudadanos. Llamando a las cosas por su nombre, se preguntaban cómo es posible que en España te maten por el simple hecho de llevar la bandera nacional.

El PP, como siempre, acomPPlejado. Rajoy sin decir nada y el eternamente asustado Zoido haciendo equilibrios dialécticos: «Hay que tener tolerancia cero con quienes ejercen violencia, sobre todo cuando venga del radicalismo de un signo u otro». ¡¡¡¿¿¿Cómo???!!! «¿De un lado o de otro?» ¡Cobarde! Cómo me recuerda al infame Setién, jefe del comando eclesial de ETA, cuando a cada asesinato de guardia civil o de policía se permitía declarar con su cinismo legendario aquello de «condenamos la violencia venga de donde venga».

El PSOE silbando como si aquí no pasara nada.

PoTemos aplaudiendo hasta con las orejas.

Y los sepaRATAS…hasta con los pies.

El Catecismo de la Iglesia Católica es rotundo: «Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente».

Pero con la misma rotundidad afirma: «Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal».

Recuerda, por último, al Estado su obligación: «La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro. La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar prejuicio. Por este motivo, los que tienen autoridad legítima tienen también el derecho de rechazar, incluso con el uso de las armas, a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad».

Nada justifica el asesinato de una persona. Nada. Pero nos están matando. Los asesinos marxistas han matado a Víctor. ¿Quién será el próximo?

El Estado tiene la obligación de defendernos pero no lo hace.

¿Qué alternativa queda…?

Nos están matando.

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