Víctor Entrialgo de Castro

Lo primero que hay que hacer

Lo primero que hay que hacer
Víctor Entrialgo de Castro, abogado y escritor. PD

Lo primero que hay que hacer, cuando pase el guirigay de estorninos separatistas, si es que no resulta preciso volver al 155, luchar por la independencia de Tabarnia o consultar al pueblo soberano si la cosa se empantana, no es la reforma constitucional sino la electoral.

Entre los buenos propósitos que incumplir el año próximo junto a lo del gimnasio, debiera estar la reforma que debiera permitir a los miembros de cada distrito, en todo el territorio nacional elegir directamente a tres o cuatro hombres o mujeres que por su trayectoria y categoría personal en la vida pública o privada se hayan hecho acreedores de la dignidad de representante de la Nación en las Cortes Generales.

Esa es la clave de la representación, fundamento de la democracia. Que el pueblo haciendo uso de su soberanía se manche las manos en el fango de la política eligiendo directamente a sus representantes. Aunque se equivoque y tenga que revocar su mandato asumiendo su error y con él una responsabilidad que en el sistema actual no tiene.

¿Por qué entre el día quince y veinte posteriores a la convocatoria de cualquier elección, la última en Cataluña, tienen que estar suscritas las candidaturas necesariamente por los representantes de los partidos, federaciones y coaliciones ante la Junta Electoral competente o, en su defecto, constituir una Agrupación de electores para presentar una candidatura?

¿Por qué no pueden ser elegidas personas independientes si no es integrándose o a la sombra de las organizaciones políticas establecidas?

Eso es lo primero que habría que hacer. Los diputados de distrito debieran ser elegidos, si me apuran, «contra su voluntad», es decir, sin postularse siquiera y con la posibilidad de renunciar, por supuesto, en ejercicio de su libertad, a favor de su actividad privada. Y a partir de ahí, desde abajo, por los cimientos, edificar la democracia, y no al revés. Y no como ahora, que los que se apuntan a cualquier secta se matan por subirse al carro. Para que luego nos lo roben, como a Manolo Escobar, y nos pasemos la vida buscándolo.

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