Juan Pérez de Mungía

El Zulo Catalán

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Educacion, propaganda, medios de comunicacion, independentismo, nacionalismo. PD

Inmersos en el presente, el ciudadano común apenas atisba a ver los sutiles cambios de la historia. La historia siempre le viene a los ciudadanos por sorpresa, como cuando estalla la guerra. Así las cosas, suele imponerse una percepción y una perspectiva errónea.

Las elecciones del 21D no son un mandato de contenido plebiscitario que pueda cualquiera interpretar a voluntad. Se trataba de una elecciones autonómicas en virtud de la atribución que la Constitución establece respecto de la formación del gobierno de una Comunidad Autónoma. No establecen, por tanto, ningún derecho a una interpretación autónoma de lo que las urnas puedan establecer en términos de conformación de una mayoría política. No significan nada más que a que partidos políticos se les encarga la gestión de lo público en el ámbito de la comunidad. Interpretar unas elecciones regladas por la Constitución como un mandato, un plebiscito, un referéndum o cualquier otra cosa para conformar nuevas instituciones políticas es además de una farsa, un planteamiento que identifica bien el tipo de secuestro al que eventualmente someten los partidos políticos al Estado. Cataluña no es un territorio a disposición de ningún soberano, ni concreto ni abstracto, llámese rey o pueblo. Cataluña no tiene dueño porque el cuerpo electoral no confiere por sí mismo en un acto de voluntad colectiva una suerte de poder soberano. Deben por tanto cualesquiera sean los elegidos para gestionar los bienes públicos dedicarse exactamente a gestionarlos en los términos constitucionalmente previstos. No puede ser de otro modo, y quien ignorando esta condición se arroga un poder soberano debe saber que no solo se coloca contra el ordenamiento jurídico sino que se coloca contra de la democracia. Y no está permitido subvertir la democracia en nombre de la democracia como bien ilustra la República de Weimar que confirió a Hitler un poder dictatorial omnímodo con las consecuencias ya conocidas. Habría entonces materia para ilegalizar aquellos partidos que subvierten la democracia, contraviniendo las leyes que la soportan. Las leyes se pueden cambiar, pero no pueden substituirse contra la ley como fue manifiesto en la transición española, cuyo mérito fue crear una nueva legalidad a partir de la existente y hacerlo a través del consenso político y en paz.

Que hubieran sido derrotados los partidos independentistas habría sido preferible para evitar las consecuencias de un proceso lesivo para la ciudadanía catalana. Sin embargo, lo que importa es que tales partidos no se impongan al orden constitucional negando la posibilidad de la alternancia política, que es la expresión de la democracia. La pretensión de un partido nacionalista de representar todo un pueblo es una quimera y un genocidio cuando se trata de eliminar incluso físicamente a cualquier persona, grupo social o partido que se le opone. Las elecciones del 21D dejan sabias lecciones a quien no quiere cegarse confundiendo realidad y deseos. Solo un sabio aprende de sus propios errores.

La querencia de Pedro Sanchez Castejón por el PSC viene de siglas, forma parte de su cultura narcisista, del culto a su personalidad que nunca cuajará en el cuerpo social. PSC nunca será presidente de gobierno. Las elecciones del 21D han colocado al PSC en su sitio. La identidad no se la asigna uno a sí mismo, muy al contrario son los otros quienes me dicen quién soy. El PSC no es viable tratando de pactar con un nacionalismo blando que hace tiempo desapareció. En su lugar debería haber enarbolado una bandera social contra todo intento de destruir la ciudadanía de Cataluña con el aventurerismo suicida del nacionalismo.

Pablo Iglesias se ha equivocado de nuevo. El mismo error del PSC de ofrecerse como un puente entre bloques. El tiempo de Colau ha pasado. Ha tenido olfato para adivinar su final manteniendo un perfil bajo. Iglesias debería haber apoyado el 155, en particular después de aceptar la Constitución acudiendo a la cita y defender una propuesta de izquierdas en el parlamento catalán, de donde habría obtenido mas incluso que la fuerza electoral perdida. Se han centrado en discutir a ambos, sin proyectar las necesidades de las clases populares que dicen defender. Ahora serán los próximos desahuciados a nivel nacional, a partir de las municipales. Ni Xavier Domenech ni Miquel Iceta saben explotar las contradicciones de un régimen nacionalista que pretende defender simultáneamente a enemigos de clase. Con un programa netamente social habrían explotado las contradicciones que existen en el nacionalismo, entre de una parte quienes viven de la subvención pública en un sofisticado sistema clientelar, y de otra quienes con dificultad sobreviven a la crisis, los grandes olvidados. El nacionalismo del 3% financia a sus élites enarbolando la bandera nacionalista, como siempre fue. Atacar la raíz de esas contradicciones hubieran dado identidad a quien sólo puede defender la ciudadanía porque defiende al Estado y a la España Constitucional.

Ciudadanos vive la quimera del oro. Puede resultar en el desarrollo de un partido nacional con peso político. Es irrelevante que el PP haya obtenido tan magros resultados. El desarrollo histórico puede mostrar que Ciudadanos obtiene como marca lo que le falta al PP, y constituirá mayoría social junto con el PP en el próximo gobierno del Estado. Pero su discurso es circunstancial, cabalgando sobre el caballo de batalla del PP. El voto útil mostrará que es un voto prestado. La mina se agotará salvo que las elecciones municipales den contenido a su gestión en las próximas elecciones catalanas.

A menudo lo urgente no permite hacer lo importante. El PP y en particular el Jefe de Gobierno actúan con una parsimonia que ataca PSC de inacción o dejación de responsabilidad. Ahora le falta al PP desarrollar la agenda de un cambio constitucional que ponga las autonomías en su sitio, de un cambio en las leyes electorales que refuercen el papel del ejecutivo nacional, de un cambio de circunscripciones electorales para eliminar el efecto perverso de que el nacionalismo disfrute de una mayoría que no tiene. Una ley de bases electorales, una articulación de la policía bajo mandato del gobierno del Estado están en la agenda en el marco de una reforma constitucional que delimite las competencias de cada autonomía y del Estado en su conjunto.

ERC y JuntsxCat constituirán un gobierno minoritario con el consentimiento de quienes han perdido representación, la CUP y el Podemos catalán que se abstendrán. Defenderán sobre el papel la República, y la defenderán como objetivo tratando de redimir a sus líderes que estarán en la cárcel no menos tiempo que el golpista Tejero. Pero esa defensa retórica será el modo en que los incautos ciudadanos secesionistas digieran el abandono de una quimera suicida que lleva a la destrucción del tejido económico después de haberlo hecho con el tejido social. Cataluña no es competitiva, carece de emprendedores, solo cuenta con una clase parásita que vive del cliententelismo de Estado, conocido e ignorado por el Gobierno del Estado.

Será ese el momento en que enarbolar la España solución mostrará que ERC y JuntsxCat no tenían mas agenda que alimentarse a sí mismos, una raza de inútiles que viven de la fe del carbonero. La aspiración de cualquier clase pudiente es vivir a sueldo de del poder político que ocupan. Para el cambio social sólo deberán desaparecer de escena los mesías. El residuo leninista de Iglesias, y el residuo socialista de PSC deberían mostrarles que quien defiende a las clases populares es el Estado.

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