Raloch

¿Quién de quien?

¿Quién de quien?

A propósito de la ficción catalana, esa nación milenaria (inventada por algunos descerebrados), que aspira justamente a la independencia, ha surgido una vía alternativa, que cada día toma más cuerpo, para satisfacer las aspiraciones de esos iluminados y así dejen de molestar a nuestro país.

En efecto, la idea, a pesar de originarse creo que en plan festivo, toma visos de seriedad y gana adeptos. No me extraña, pues si la analizamos objetivamente, podría suponer la solución del falso problema independentista, creado artificialmente por gentes a las que ante todo, les gusta vivir bien. Prueba de ello es que unos se escapan al extranjero, para continuar viviendo cómodamente, no precisamente como pobres emigrantes; otros dicen blanco donde antes decían negro, renuncian a su dignidad para no estar a la sombra y seguir viviendo bien.

Me refiero a esa nueva comunidad o comarca, hasta ahora virtual, Tabarnia, integrada por los municipios de Barcelona, Tarragona y sus áreas metropolitanas. De hecho ya existe una organización denominada Plataforma por la Autonomía de Barcelona, que trabaja a favor de esa idea.

Los datos son irrefutables. Barcelona y su área metropolitana generan el 87% de los ingresos de la comunidad, mientras que solo reciben el 59 %. ¿España roba a Cataluña?, no. ¿Quién vive de quien?, Cataluña de Tabarnia.

Es bastante superior el número de votos necesarios para obtener un escaño en Tarragona y no digamos en Barcelona, que en Girona y por descontado en Lérida, siendo las dos primeras españolistas y las dos últimas el pesebre electoral del secesionismo. ¿Quién se aprovecha de quien?

Supongamos que Tabarnia se separa de Cataluña. Sería una comarca industrializada, con una extensión de literal marítimo considerable, dos puertos importantes, uno a nivel mundial; dos ciudades turísticas, una de ellas de las principales del mundo. La Cataluña restante quedaría reducida a una comunidad atrasada, poco industrializada, con dos exiguas salidas al mar y ningún puerto algo importante. ¿Cuánto duraría? Lógicamente poco. El tiempo que subsistiese lo haría inmersa en la pobreza, teniendo en cuenta su nulo atractivo, tanto para inversores como para el turismo, y su precaria comunicación con el exterior. Por descontado, ningún país se molestaría en reconocerla, pues no interesaría a ninguno.

Los separatistas fundamentan sus aspiraciones en «su» derecho a la autodeterminación. Supongo que por un mínimo de decencia y lógica, apoyarán el derecho de autodeterminación de «otros», por ejemplo de los ciudadanos de la hipotética Tabarnia. En caso contrario, ¿quién sería el opresor de quien?

Los secesionistas evocan con frecuencia el caso de Quebec en Canadá, pero en su propaganda panfletaria, olvidan varias cosas. La formación de España, no tiene nada que ver con la de Canadá. Este país exige para una secesión unos porcentajes cualificados de participación y de votos. Su Ley de Claridad, que regula el proceso, establece que si determinadas poblaciones, concentradas en un territorio que en conjunto y como tal quiere separase, muestran mayoritariamente su deseo de permanecer en el país, el territorio separatista debe acatarlo.

Aplicando la solución canadiense, Tabarnia se quedaría en España. Por otra parte, nuestra Constitución no impide que, la hasta ahora hipotética comarca, se convierta en otra comunidad autónoma, que por lo que reflejan resultados pasados, votaría por seguir en España.

¿Qué pasaría con esa Cataluña residual? Que en poco tiempo estaría en la miseria, solo podría entonar el «mea culpa» y solicitar volver a España. Particularmente lo aceptaría, si los cabecillas secesionistas pagan con su patrimonio el coste de su aventura y pasan en la cárcel todo el tiempo de la condena que les caiga.

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