Sin autoridad no hay estado. El Estado es un conjunto de técnicas de organización política, un territorio y una población, precisas de autoridad para su superviviencia.
La propia historia de España muestra, al margen de ideologías, que nuestra diversidad, -nuestra mayor riqueza-, requiere en determinados momentos de la autoridad para mantener su unión y continuar adelante.
Para que no exista violencia en las calles tiene el Estado el monopolio del uso de la fuerza frente a individuos y grupos que pretenden imponer sus intereses particulares, sus reclamaciones sin límite, sus protestas sin fin.
Sin la autoridad del Estado, los separatistas coquetean con las fuerzas anarquistas que nada tienen que perder, que sólo pueden pescar en el rio revuelto de la violencia y el desorden, como sucede en Cataluña.
Entonces encuentran un Estado débil y un Gobierno de la Nación cómplice y responsable, por no colocar la organización política que lo sostiene al servicio de España, arriesgando si es preciso sus intereses electorales y sus parcelas de poder. Entonces, los separatistas y anarquistas se crecen.
No puede ser que los que han sido falsos y mendaces tantas veces, aquellos cuyas intenciones son más que claras, nos obliguen a elucubrar todos los dias sobre sus actos y estrategias.
No puede ser cierto que la Ley, ate de pies y manos a la autoridad para mantener la libertad y el bienestar de todos, como da la impresión, retorciéndose hasta el hartazgo dejando incluso a los juristas enredados, porque si algo tiene que ser la ley es clara. Y si algo está oscuro, aclararlo.
Nos están robando el tiempo, el pelo, el dinero y el juicio. Es hora de poner fin sin más dilación a toda esta farsa, sin complejos.
