ANÁLISIS

Jaime González: «Hasta el bigote del antiguo Bigotes»

Jaime González: "Hasta el bigote del antiguo Bigotes"
El responsable de Gürtel en Valencia, Álvaro Pérez, el Bigotes. EF

Las múltiples investigaciones judiciales que afectan al PP han coincidido en el tiempo con sendas comisiones de investigación parlamentaria en el Congreso de los Diputados y en la Asamblea madrileña.

Si alguien pensó que justicia y política podrían complementarse en aras de saber la verdad de lo ocurrido en casos como la Gürtel o la Púnica, el solapamiento de ambas investigaciones está generando una perturbadora confusión y una perniciosa dislocación de la realidad que no contribuye en absoluto a determinar las responsabilidades penales o políticas de los principales protagonistas implicados en los distintos escándalos de corrupción.

Lo más sensato y eficaz habría sido que fueran los tribunales de justicia quienes, en primer término, establecieran, sin injerencias externas, el grado de culpabilidad de los implicados en las diferentes causas abiertas, y dejar las investigaciones parlamentarias para el final.

Pero no hay partido que no quiera cobrarse con urgencia la pieza de la corrupción ajena, y más aún si salpica al Gobierno. De modo que un día vemos a Francisco Correa o a Álvaro Pérez declarando en sede judicial, y al siguiente los vemos en el Congreso de los Diputados, bien por videoconferencia desde la cárcel, como el primero; bien de manera presencial, como hizo ayer el Bigotes en la Cámara Baja.

Lejos de atenerse al guion marcado por el Ministerio Público, los «fiscales» del Congreso lo que quieren es la cabeza de Mariano Rajoy. Están en su perfecto derecho, pero resulta evidente que la ausencia de cualquier responsabilidad penal en la figura del presidente del Gobierno ha llevado a la oposición a decretar por unanimidad su culpabilidad política sin esperar a las conclusiones de la comisión.

La revelación del Bigotes de que hizo de «personal shopper» de Rajoy acompañándole a comprarse unas gafas habría sido considerada improcedente en un tribunal, por no guardar relación con la causa, pero en sede parlamentaria la confesión de Álvaro Pérez dilató ayer súbitamente las pupilas de sus señorías.

Y es que lo que para la justicia es accesorio, para la oposición parlamentaria resulta determinante. Conclusión: a la política, la verdad judicial le importa menos que su propia «verdad», porque -tristemente- la corrupción no se combate, sino que se utiliza.

Con independencia de que tenga delito -si fuera cierto- que Álvaro Pérez hiciera de «personal shopper» de Mariano Rajoy, el ruido de fondo es tan grande que así no hay manera de escuchar la voz de la Justicia. No sé ustedes, pero yo estoy hasta el mismísimo bigote del Bigotes.

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