Juan Pérez de Mungía

El panorama sanchista

El panorama sanchista
Pedro Sánchez TW

Mientras Rivera pugna por descabalgar a otro amenazando su propia ensilladura, Sanchez flota y su antecesor trata de redimir el fascismo otorgándole todas sus bendiciones. Algunos pueden creer que estas actitudes y estas prácticas no tienen nada en común. La ideología aparente puede confundir a algunos en cualquier momento, o incluso a todos en algún momento, pero dificilmente podrá confundir a todos todo el tiempo. Lástima que no sea sin dolor. En realidad, Rivera, Sánchez y Zapatero sacrifican la ética de la convicción, a la ética situacional del oportunismo, deciden sus actitudes en un examen de las consecuencias de cortoplazo, sin consideración alguna de a donde conduce su conducta miserable.

De Zapatero ya sabemos a donde nos condujo. Mientras predicaba la igualdad imaginaria y verborreica, se aseguraba un retiro dorado cambiando la ley orgánica del Consejo de Estado, una institución pública instituida en la constitución, inútil, residual y pletórica de prerrogativas. Zapatero se aseguró ser consejero perpetuo sin dar ni chapa, compatibilizando su sueldo de expresidente con el de consejero de Estado. Una jubilación dorada de mas de ciento cuarenta mil euros a mayor gloria de las pensiones públicas, eso sí, desde los mas estrictos discursos de la austeridad. Mientras esto hacía, congelaba las pensiones y el salario de los funcionarios. Ahora pasea por las dictaduras neocubanas impartiendo su bendición como aquel agente infiltrado del comunismo estalinista que profetizaba la liberación del proletariado. Que duda cabe, que en el alma socialista existe la disposición a hacer todo lo posible por que el proletariado se perpetúe y extienda como un alfoz para sostener el dominio y el poder de sus líderes. Es la misma política de los nacionalistas que desean preservar una lengua para acotar su pueblo y su territorio. Cada dictadura elige a su pueblo, decía Max Frisch. Y para evitar la desigualdad a su arbitrio, estos sociatas de tres al cuarto, practican la política del ERE de dar a los amigos lo que la ley y la cordura les niega.

La primera decisión de Sánchez, para restituir parte del crédito al que aspira, sería solicitar a Zapatero la baja del partido, mejor aún promover su expulsión y poner todo el empeño legal para excluir de la pensión pública a quien solo sirve al designio de los sátrapas de nuestra historia. Por antidemocrático. Como recuerda aquel poema de Neruda días antes de morir envenenado, «Banzer, Frei, y Pinochet, depredadores infernales de nuestra historia, sátrapas mil veces vendidos…» No habrá sanción penal para Zapatero, pero un examen objetivo de su conducta bien permitiría aplicar el principio «actio libera in causa». No importa lo que vino después tras la borrachera de la presidencia. Es el culpable irredento de muchos de nuestros males, y de la práctica totalidad de nuestros desvelos, y ahora un encubridor y un cooperador de las dictaduras. ¿Para cuando una teoría de la causalidad política de la miseria?

Rivera es de estos personajes que ha aprendido la lección. Es un reclamo oportunista con una absoluta carencia de conciencia social que practica aquella política de cambiar de propósito sin mas que olfatear las encuestas que se le cocinan, o para marcar diferencias con quien en la práctica podrá ser su único socio. La pacatería pepera le dá parte del trabajo hecho. Cuando se acabe el encanto de la bella durmiente, y despierte por el beso del príncipe, aparecerán las miserias del personaje, para nuestra desgracia. ¿Quien ha hablado de que en política valen los principios y las convicciones que se declaran? Lean mis labios, dijo Schroeder. Cuesta poco cambiar de objetivos y puntos de vista, si se cuenta con la desmemoria. Según perífrasis de Alfonso Guerra, solo vencerá aquel que actúe en coherencia con lo que el pueblo olvida. ¿Alguien ha vuelto a hablar del GAL?. Ya se sabe como desaparecen las hipótesis conspiratorias. Creando otras, naturalmente. ¡Ay Rivera! Puede que para gobernar haya que normalizarse, pero para ganar elecciones hay que radicalizarse.

En ese dilema weberiano entre la ética de las consecuencias y la ética de la convicción, Sánchez predica la ética situacional. Las reclamaciones de los pensionistas de hoy amenazan las pensiones de mañana. Atesora todo el poder orgánico, desequilibra a sus correligionarios tratándoles como enemigo, le niega reconocimiento a su enemiga Elena Valenciano y su escasa lucidez no le alcanza a predicar como lo hace Susana Díaz, una criatura política ciertamente excepcional que con toda eficacia como rotundidad es capaz de sobreponerse a la derrota, y obtener rédito de predicar la nada. Encandila en sus entrevistas, tanto como convence a sus conciudadanos de aquello de que mas vale el socialismo conocido que el socialismo por conocer. ¿No sabían los militantes de que siempre gana el peor? La historia del PSOE es así básicamente. En el lado opuesto de la balanza, Sánchez se arropa entre los pensionistas podemitas sin mencionar siquiera el destino que aguarda al pensionista futuro, exceptuados Zapatero y él mismo naturalmente. Una vez que los recursos públicos se distribuyan sin lógica o racionalidad, volverán los Tsipras y los verdugos a poner en vereda la prodigalidad del Estado. Este socialismo de pacotilla resguardado entre tribus identitarias innumerables, promete cuando está fuera del poder, lo que jamás concede cuando lo disfruta. Iceta lo tiene claro. Es sobre todo catalán, un miembro nato de la tribu disimulando entre quien aparenta ser, y su íntima vocación por el mambo. Sánchez no tiene mas propósito que su desempeño como presidente. Y no importa detrás de qué bandera se ponga para sacrificar el futuro en esa sublime muestra de soberbia de quien hace todo por aparentar propósito y designio. ¡Qué tiempos y qué costumbres éstos donde la ignorancia se defiende a sí misma! Hay quien cree como Sánchez que concitando todos los egoísmos, prevalecerá. ¡Que equivocado! ¡Que poco tiempo le queda! Riveras mas aviesos hay en sus mismas narices.

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