Manuel del Rosal

Carta de un obrero español a los diputados del Congreso

Carta de un obrero español a los diputados del Congreso
Manuel del Rosal García. PD

Señorías.

Mi nombre no importa, puede ser el nombre de millones de españoles que todos los días quedamos atónitos ante la cantidad de privilegios que tienen todos ustedes los políticos, mientras los españoles de a pie nos partimos las espaldas para poder vivir medianamente.

Trabajo en la rehabilitación de un edificio antiguo cercano al Congreso. Como vivo en el más allá, es decir, en Navalcarnero, siempre voy acompañado de mi tartera con el guiso que amorosamente me prepara mi madre. Sí, mi madre, porque a mis 35 años me es imposible independizarme debido al sueldo de miseria que tengo y a que los pisos tienen precios estratosféricos, tanto si son de compra como de alquiler. Tras comer las viandas de mi tartera sentado sobre un rimero de ladrillos, me muero por tomar un café, pero me es imposible, pues si tomo café no puedo comprar la lata de cerveza de marca blanca que, más bien, debería llamarse de marca negra, con la que riego mi comida. Un café, para que ustedes lo sepan queridas señorías, en esta parte de Madrid tiene un precio que oscila entre 1,50 y 2 euros, precio imposible para mi bolsillo; sin embargo y como un privilegio más que ustedes mismos se conceden, en la cafetería del Congreso tiene un precio de 0,88 céntimos. Debe ser que el precio está subvencionado y pagado con los impuestos de quienes no disfrutamos de esa subvención. Si a mi me subvencionaran los precios en las cafeterías como a sus señorías, podría tomar mi cerveza de marca blanca y ese reconfortante café; pero yo carezco de los privilegios que ustedes se han asignado a dedo. Como tampoco disfruto de medias dietas para sufragar mi asistencia al trabajo, medias dietas que se embolsan ustedes, aunque vivan en la esquina del Congreso y por asistir a la obligación que se les ha asignado como diputados. Medias dietas que en algunos casos multiplican por dos mi sueldo después de impuestos y que todos los meses engordan sus carteras. Yo me pago el desplazamiento a mi trabajo con un bono mensual cuyo importe es de más de 50 euros y que – aunque ustedes no lo conciban desde la atalaya de su privilegiada situación – significa un duro golpe a mis ingresos mensuales.

Estoy acabando esta carta y la petición que quería hacerles de que permitieran la entrada a todo aquel español que quiera hacer uso de la cafetería del Congreso – al fin y al cabo, esa cafetería está sufragada con nuestros impuestos – y así y como es mi caso, poder tomar lata de cerveza de marca blanca y café, no se la voy a hacer; ¿para qué? si ustedes tienen menos sensibilidad que una mata de habas y están totalmente ajenos a los problemas y necesidades de los ciudadanos. Ustedes señores políticos y políticas han creado una casta endogámica ajena totalmente al pueblo por el que deberían trabajar y se dedican a vivir de los privilegios y sinecuras que ustedes mismos se asignan a dedo y sin ninguna discusión. Es curioso que pueden estar discutiendo entre los distintos políticos de los distintos partidos 364 días al año, pero en el día que toca revisar al alza sus sueldos y sus privilegios, todos se ponen de acuerdo.

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